El Partido de Acción Democrática: una apuesta difícil
EL CONGRESO fundacional del Partido de Acción Democrática se propone dotar de programa y organización parlamentarios escindidos de Unión de Centro Democrático a finales de 1981. La decisión de estos componentes de la llamada tendencia socialdemócrata de abandonar la militancia centrista y la disciplina de su grupo parlamentario nació de su convicción de que Leopoldo Calvo Sotelo se disponía a acentuar el glro hacia la derecha de su gobierno y a preparar las condiciones para un pacto con Alianza Popular, previo o posterior a las próximas elecciones, a fin de consolidar las posiciones conservadoras y cerrar el paso a la política de reformas asociada con los primeros gobiernos de Adolfo Suárez. Francisco Fernández Ordoñez, a quien la etapa de la transición debe dos iniciativas de singular importancia (la reforma fiscal y el divorcio) para la modernización de nuestro país, y Luis González Seara, cuyo proyecto de Ley de Autonomía Universitaria fue derrotada por la acción combinada de los intereses corporativos y la presión de los centros de la Iglesia, son los dos líderes mas conocidos, por su condición de ex-ministros, de la nueva formación política.El PAD se propone explorar las posibilidades electorales del espacio presumiblemente existente entre el centrismo y el socialismo. Las transformaciones estructurales producidas en España durante las últímas décadas, por un lado, y la inequívoca toma de posición de la Corona en favor de la soberanía popular y el sistema parlamentario, por otro, privan en gran medida de virtualidad esclarecedora a las analogías entre la experiencia democrática de los años treinta y el actual régimen de libertades. Sin embargo, el proyecto político de Fernandez Ordoñez podría situarse, forzando las comparaciones, en una línea de continuidad con la burguesía laica e ilustrada y con los sectores intelectuales y profesionales que hicieron suyo, durante la II República, el programa de democratización, reforma y modernización de nuestro país. El republicanismo histórico español, dramáticamente emplazado entre una democracia cristiana atraída por el corporativismo fascista de Dollfuss y un socialismo deslumbrado con la Unión Soviética, fue laforma política de unos contenidos ideológicos que hoy comparten, con la obvia aceptación de la Corona como marco democrático, sectores sociales a quienes disgusta tener que escoger, fuera de Cataluña y el País Vasco, entre UCD y PSOE.
Sin duda ha pasado mucha agua bajo los puentes desde 1931. La transformación del país apoyan la hipótesis de un ensanchamiento de ese espacio social, político e ideológico, intermedio entre la derecha de los intereses y los partidos de tradición obrerista, que los promotores del partido bisagra aspiran a ocupar. Ahora bien, a menos que UCD sucumba ante la tentación de la mayoría natural, el centrismo todavía conserva un aura de ambiguedad suficiente para no identificar del todo su imagen con los herederos de la CEDA de José María Gil Robles. De otro lado, el PSOE de Felipe González se halla muy distante de aquel socialismo de la preguerra hegemonizado por Francisco Largo Caballero y posee una considerable implantación electoraI en las capas medias.
En cualquier caso, el PAD tíene perfecto derecho a explorar las posibilidades electorales de un campo prácticamente virgen, si se exceptúa la equívoca tentativa, lastrada por su propaganda intelectualmente marxista, del Partido Socialista Popular en junio de 1977. Las dificultades que le aguardan, sin embargo, no se reducen a la propensión de UCD y PSOE a la rebusca de sufragios en las aguas templadas de la sociedad española. La normativa electoral dictada en la etapa predemocrática por el prlmer Goblerno Suárez, perjudica seriamente a los partidos subalternos y concede generosas primas en escaños a las siglas mas votadas. Las elecciones, son además una aventura muy costosa que exigen fuentes de financiación abundante y contraprestaciones políticas por los fondos recibidos. Es posible también, que el nuevo partido encuentre grandes trabas para acceder a los espacios televisivos electorales en pie de igualdad con centristas, socialistas, comunistas y aliancistas. Tampoco le resultará sencillo encontrar candidatos prestigiosos y competentes para integrar las candidaturas al Congreso y al Senado en mas de cincuenta circunscripciones.
No acaban aquí los obstáculos que aguardan al partido encabezado por Fernández Ordónez. Otros grupos estudian la posibilidad de saltar a la arena para ocupar parcelas de ese espacio electoral intermedio y convertirse en el embrión del partido bisagra. La proliferacíón de fundaciones, clubes y asociaciones es interpretada por muchos en este sentido.
El Partido de Acción Democrática no tendría por qué agotar sus oportunidades políticas en las próximas elecciones ya que, evidentemente, las posibilidades de actuación pública en un sistema democrático no se reducen a ocupar, a seis o doce meses vista, un número determinado de escaños en las Cortes Generales o a formar parte de un gobierno de coalición. Sin embargo, la tendencia a circunscribir la vida política al núcleo o a la periferia inmediata del poder ha sido una constante en la etapa de transición y no es seguro que los hombres y mujeres escindidos de UCD soporten con paciencia los efectos centrífugos de una travesía por el desierto, al igual que no quisieron hacerlo, con excepción de Joaquín Ruiz Giménez, los antiguos militantes de Izquierda Democrática hoy integrados en UCD. En parecida actitud se inscribe el rumor de que el PAD, caso de no lograr la financlación suficiente para concurrir en solitario a las elecciones, estaría dispuesto a solicitar la inclusión de sus líderes mas conocidos como independientes en las listas del PSOE. Todavía es demasiado pronto, sin embargo, para pronunciarse sobre las posibilidades de un partido sujeto como ningún otro a las evoluciones de los demás.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.