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Tribuna
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"Yo no fui"

Algo más de media tarde; un comandante cruza esa especie de puerta de caballos que da acceso y salida a la Sala de Justicia, huyendo del proceso. Da unos pasos torpes hasta que se reconforta con el sol tibio, se le advierte demudado. No ha escuchado nada excepcional -más bien lo contrario-; pero tiene sobre su uniforme una lluvia de horas, días ya incontables, metros de calendario en semanas, casi tres meses de escucha obsesiva sobre un mismo asunto, del que ningún matiz nuevo viene a sacarnos a todos de la neurósis fijativa. Es un hombre con estudios civiles, equilibrado, sereno, receptivo a las opiniones ajenas, siempre moderado en su expresión exterior. Se le desencaja el rictus del pliegue de los labios que siempre delata el voluntarísmo, la ira, la condescendencia, la satisfacción, el enojo... Ayer el pliegue, como un heliógrafo, transmitía un "... no puedo más." significativo, común denominador de los forzados de esta causa. Cuando una acumulación de fonemas, transmisores de conceptos intelectuales, golpetean un tímpano en la misma onda, una vez, dos veces, tres veces, cientos de veces, se alcanza una inevítable línea de ruptura mental en la que tanto te da que te digan que el teniente general Miláns del Bosch sacó los tanques a la calle ante la falta de democracia y de libertades que advertía en el Estado de las Autonomías, que escuchar al capitán Muñecas aducir que ante la violación de los derechos humanos y las garantías jurídicas en España se vió impelido a ayudar a Tejero a tomar el Congreso. Uno de los juristas que asisten a este debate interminable comentaba ayer: "Algunos abogados parecen cómicos de la legua. Llegan a un pueblo, se les olvida el texto, sueltan una morcilla y al darse cuenta de que el público no conoce el texto original siguen hinchando la morcilla. Y, encima, hasta les aplauden más." Estado de necesidad, obediencia debida, necesidad de salvar a la Patria, ignorancia de lo que se hacía, mucha ausencia de dolo, lealtad al Rey, ignorancia de lo que ordenó el Rey, ordenanzas, revuelto de trigueros, conceptos, suposiciones, omisiones, lealtades o deslealtades según el gusto, mahonesa de que había que salvar a la patria o vinagreta de que se trataba de un servicio más. Todavía quedan comandantes en nuestro Ejército que salen de la Sala con el estómago en la boca.La Sala medio vacía (Tejero, como Carrés, se ha apuntado al paro procesal); periodistas, familiares, observadores y abogados entran y salen como poseídos de una extraña fiebre itinerante. Los letrados intervinientes facilitan fotocopias de sus alegatos para leer en la intendencia. Amarrados al duro banco, dos periodistas trabajan como negros su brillante anonimato manteniendo informativamente a flote este proceso ("Europa Press y Efe"), facilitando y apoyando el trabajo de todos. Un guardia civil de paisano, destinado aquí y sin otro trabajo conocido que el de correveidile, huelga su sobresueldo haciendo fotocopias para intoxicar a sus compañeros que visten el uniforme y carecen de gabelas.

Ayer tomaron la palabra los letrados Esquivel (de Gómez Iglesias), Gómez García (de Alvarez Arenas), Pedro Linán (de Ignacio Román), Muñoz Perea y Dueñas Gavilán -este último defensor militar- (de Pascual, Gálvez). Todos capitanes de la Guardia Civil o la División Acorazada. Cabe una frase para cada defensa. Esquivel ha sido brillante con su defendido; uná de las peores defensas a lidiar en esta causa. El capitán Gómez Iglesias (que sigue relaciando, y acaso haga muy bien, crucigramas como si no tuviera otra cosa que hacer en esta vida) pertenecía, como el comandante Cortina, al CESID. Ninguno de los dos ha sido amparado por su Cuerpo, y es de comprender. Sobre estos dos hombres siempre ronronea la sospecha de que pudieran entrar en el golpe para conocerlo, parirlo, activarlo, pudrirlo, desvirtuairlo... Nunca se sabrá. Sea como fuere, les ha pasado por encima destituyendo sus carreras.Gómez García ampara al capitán de la Acorazada Alvárez-Arenas (el hombre que tenía que tomar EL PAIS). No más que un muchacho imbuído de malos sueños. Joven de expresión aniñada y siempre encantador en cuanto se le alivie de la dura responsabilidad de tener mando de tropas y de armas. Será un buen ciudadano en la vida civil.

Liñán defiende al único encausado que, por lo bajo de la pena que se le solicita, ya está en libertad provisional: el capitán de la Guardia Civil Ignacio Román. Ha sido una defensa tan fácil como bien llevada. Este hombre desobedece a Aramburu (teniente general y director de la Guardia Civil) y tiene el descaro, después, de aducir en su descargo de haber creído que el teniente general actuaba anticonstitucionalmente. Pero obra en su favor algo obvio: cuando Aramburu le ordena constituirse en arresto, obedece y se va, no se resiste. Este demócrata estará en breve poniéndonos a todos multas de tráfico.

Muñoz Perea, yerno de Blas Piñar, defensor de quienes antes que remitir una carta al director de EL PAIS estiman más decente poner en el correo un paquete explosivo que mate y mutile indiscrimidamente a los trabajadores de un periódico, tenía que hacer su salida de pata de banco al defender al capitán (también de la Acorazada) Pascual Gálvez:"...del Alzamiento nació el Régimen del 18 de julio, que entronizó a nuestro actual Rey don Juan Carlos I, que antes, en el tiempo y en el fondo, de ser Rey constitucional es por origen y por voluntario juramento, como Príncipe y como Rey, el Rey del 18 de julio."

Su codefensor, el general Dueñas Gavilán, se sumó al alegato del teniente general Cabeza Calahorra y, en un afán desmedido por engordar el estado de necesidad, sumó a los muertos por el terrorismo los veintitantos fallecidos un incendio forestal de Tarragona. No debieron llegarle a tiempo las estadísticas sobre suicidios y los muertos en accidentes de tráfico.

Montañas de palabras dichas con énfasis dolorido ante el Tribunal y desmentidas a los cinco mi nutos, mientras se reciben los abrazos falsos de felicitación en el carromato del patio -"Pues por supuesto que el mío estaba por el golpe". Hete aquí nuevamente el viejo tinglado de la antigua farsa. Crispín nos hace a todos el guiño benaventino de que, a la postre, arrieros y españoles somos, y en la picaresca y en el afán indebido hay una plazoleta de reunión todavía, acogedora. ¿El país real? ¿El heroicismo de quien se levanta a las seis de la mañana para rebatiñar unas perras?.... ¿Pero, eso, ¿qué es ... ?.

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