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Los árabes, contra la decisión de Zaire de reanudar relaciones con Israel

Con todos sus considerables medios de presión en posición de tiro, los árabes se han lanzado a contrarrestar la decisión tomada el fin de semana pasado por Zaire de reanudar relaciones diplomáticas con Israel y fijar su Embajada en Jerusalén.

Si la reanudación de relaciones diplomáticas con Israel ha sido calificada de inoportuna en la mayoría de las capitales árabes, la de establecer la embajada en Jerusalén es catalogada de auténtica ofensa. Se ha acusado al presidente Mobutu Sese Seko de violar las decisiones de la III Cumbre Islármica, de la Cumbre Afro-árabe de 1977, de resoluciones de la Unión Interparlarnentaria Africana, de la Asamblea General de la ONU y otras varias.Algunos países árabes moderados, como Kuwait, acusaron a Zaire de ingratitud, a la par que señalaban que ha recibido unos 450 millones de dólares en ayuda, mientras que otros, como Irán, han llegado a esgrimir serias amenazas, como las proferidas por el ministro de Asuntos Exteriores, que advirtió al presidente Mobutu que "deberá arrostrar sólo las consecuencias de su decisión", a la par que le recordaba "la triste suerte del traidor Sadat".

La irritación de los árabes se comprende, primero, por la sorpresa que les ha causado que sea Zaire el primer país africano en romper la unanimidad que se produjo en 1973, a raíz de la guerra de octubre, y que llevó a la ruptura con Israel a una veintena de países africanos, y, segundo, por la importancia que tiene el gesto de Zaire y el efecto multiplicador que de él puede derivarse.

Emisarios de la Liga Arabe recorren Africa para convencer a los países que pudieran seguir el ejemplo de Kinshasa de lo inoportuna que podría resultar esa decisión. Así, Gabón, Zambia, Camerún y Togo ya han participado que no imitarán a Mobutu.

Sin embargo, esta decisión de Zaire refleja un malestar que es mucho más profundo de lo que parece. De hecho, y en un mundo en donde las solidaridades y las fidelidades de unos Estados hacia otros se cotizan, los países africanos que al romper con Israel en 1973 esperaron ver compensada con creces la asistencia técnica que entonces recibían de los judíos, se sienten frustrados por el escaso entusiasmo mostrado por los grandes depositarios de fondos árabes de venir en su ayuda y, sobre todo, desorientados por las grandes disensiones interárabes.

De hecho, cuatro años, después de las rupturas de 1973, fueron necesarios para que se reuniera la primera conferencia árabe-africana, que concluyó con bellos proyectos que en la mayoría de los casos no tuvieron futuro. El ejemplo de Zaire, probablemente la nación más ayudada, es bien ilustrativo. Este país, según estimaciones árabes, ha recibido 450 millones de dólares en una ayuda que, en buena parte, ha ido a parar a bolsillos privados. El caso de Zaire, que simboliza el agotamiento de los africanos frente a las querellas árabes, es altamente simbólico.

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