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Reportaje:BRICOLAJE

Varias formas de enmarcar la naturaleza

Componer cuadros en vivo, un ejercicio relajante y entretenido

Cuando salimos de paseo por el campo suele ocurrir que una hoja, una flor o cualquier especie vegetal, por el color insólito que posee, su textura o su desarrollo espacial, nos seduce. En ese momento quisiéramos capturar su imagen y retenerla físicamente para conservarla y mantener la misma sensación que nos produjo la primera vez que la contemplamos. Hay un procedimiento sencillo para conseguirlo. Consiste en desecar la rama o la flor y preservarlas dentro de un cuadro. Para ello es preciso seguir unos cuantos pasos.Selección. La época ideal es el verano, la estación donde las floraciones adquieren su esplendor y permiten efectuar una elección más selectiva. La desecación es fácil, aunque los procedimientos cambian según la variedad. Las flores en general se ponen a secar boca abajo, atándolas con cuidado por el tallo con una cuerda sin estrangularlas. Se pondrán en un sitio seco y, a ser posible, cálido y con poca luz.

Recuerde que son muchas las flores silvestres, como el romero, el tomillo, la lavanda, etcétera, que además de secarse en determinada zona de la casa sirven como insecticida, ahuyentando moscas y mosquitos.

Hay algunas que conviene cortarlas para secarlas mejor antes de que abran del todo, como son los cardos, los plumeros y, en general, todos aquellos que, una vez secos, al soplarlos pierdan. Para que no pierdan el color, algunas hojas se pueden poner en bórax, como la siempreviva o los pensamientos.

En ese caso, se coloca en el fondo de una caja bórax; sobre él se disponen las flores o las hojas cubiertas por una capa espesa. Ponga la caja en una zona seca y cálida y no la mueva durante una semana para evitar que se rompa. Otro procedimiento, y quizá el más tradicional, es secarlas entre papeles de periódico con un cristal o algo plano bajo la presión de un gran peso encima. Casi todas las hojas y flores admiten este procedimiento, y la naturaleza misma, a medida que se van secando, se ocupa de realzar el colorido; helechos, geranios, espigas van dejando que el periódico absorba su humedad y cambie su color.

Hojas parafinadas. El plátano es uno de los árboles preferidos por muchos municipios para dar sombra a las calles. Sus hojas, por su forma y su colorido en la época otoñal, son las mejores para este proceso. Cuando salga de paseo por las calles, busque aquellas que han caído del árbol y que aún contienen mezclados el color verde con los amarillos y marrones. No sirven las que están muy secas, porque se rompen.

Ponga al baño María parafina (con cuidado, ya que es inflamable), y cuando esté líquida sumerja la hoja, después de haberle quitado el polvo previamente. Haga rápidamente la operación para que la capa de parafina sea muy fina. Colóquela sobre un papel o plástico y no la toque hasta que esté seca. Si en algún momento la hoja queda blanquecina, caliente más la parafina.

Composición. ¿Cuál es nuestro marco elegido? Cuadrado, rectangular, ovalado... Sea cual fuere, en la composición de nuestros elementos secos hay algo tradicional, tanto para pintar como para arreglar un centro de flores. Un truco que no falla es buscar la forma de un triángulo. Esta regla, como es natural, se puede romper a nuestro gusto y, de hecho, lo rompen los japoneses con sus arreglos.

Marco ovalado. Es el más adecuado para enmarcar flores con volumen y hojas planas, cuyas variedades más comunes son las siemprevivas, las espigas y las hojas de helecho. El grupo más abundante se coloca en la base y desde ahí se va estilizando hasta el vértice.

Abanico. La moldura en forma curva da una profundidad que permite la elección de flores y hojas con más volumen. En este y en todos los casos conviene recordar que el material debe estar completamente seco.

Marco rectangular. Las espigas y helechos, con su forma alargada, nos ayudan a hacer la forma, cuajando la parte central de romero, geranio, tomillo o siempreviva.

Cómo se hace el marco. Hacer un marco no es difícil si se dispone de una moldura, una sierra, una caja de ingletes, clavitos y cola blanca.

La caja de ingletes es una media caja con cortes rectos y en 45 grados, que son los imprescindibles para hacer los cortes de las esquinas. En el hueco que tiene en el centro la caja de ingletes colocamos la moldura; con la mano izquierda sujetamos la caja y la moldura, y con una sierra rígida hacemos el corte. Se da un poco de cola, se espera que esté mordiente, se unen los cortes y se ata el marco, colocando en todos los laterales unos corchos o trocitos de madera para que la presión de la esquina sea mayor. En caso de que la cuerda quede floja, se hace un torniquete enroscando una madera. Una vez encolada y seca, con un punzón se hace un agujero pequeño y se clava un clavo de cabeza perdida.

Si queremos reforzar el marco porque sea grande, se puede hacer con una escuadra de contrachapado. Si se trata de una moldura fina, se refuerza con escuadras pequeñas de metal, que se atornillan por la parte de atrás. Una vez hecha la moldura, colocamos el cristal por la parte de atrás con clavos de cabeza perdida en la hendidura que ya tiene la moldura.

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