Nerviosismo en Marruecos
EL PROBLEMA del antiguo Sáhara español ha sido debatido recientemente en dos foros internacionales, con resultados poco agradables para el Gobierno de Rabat. En la cumbre de Addis Abeba, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) ha sido aceptada y reconocida como miembro de pleno derecho de la Organización para la Unidad Africana (OUA), lo que dio lugar a la retirada de Marruecos. Poco después, Yugoslavia ha reconocido diplomáticamente a la RASD, lo que ha provocado la ruptura de relaciones por parte de Marruecos con dicho país, a pesar de que ambos pertenecen al Movimiento de Países No Alineados. Lo ocurrido en la cuarta comisión de la Asamblea de la ONU es algo completamente distinto: se ha aprobado -por 90 votos a favor (incluido el de España), uno en contra y 45 abstenciones- una resolución que recomienda la realización de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara con el máximo de garantías, y que invita a Marruecos y al Frente Polisario a que negocien un alto el fuego con un objetivo limitado y específico: crear las condiciones que hagan posible el referéndum. La resolución de la ONU, contrariamente a la de la OUA, no otorga al Frente Polisario ningún reconocimiento más allá de lo» que es un hecho objetivo evidente: hace falta de modo imprescindible contar con él para llevar a cabo el referéndum.Algunos periódicos marroquíes, al comentar el voto de España en la citada comisión de la ONU, parecen sorprenderse, como si se tratase de una actitud nueva. Han sido los órganos de información socialista y comunista los que atacan más duramente la posición española. En realidad, si algo cabe reprochar a los socialistas españoles, es su continuismo en esta cuestión en relación con los anteriores Gobiernos, su renuncia a una actitud de solidaridad con el Frente Polisario. Nadie que examine los antecedentes puede poner en duda que el último voto de España responde a una posición permanente desde 1975, cuando, con el proceso descolonizador iniciado, los acuerdos firmados en Madrid con Marruecos y Mauritania determinaron la retirada de la Administración española. Ya entonces, España consideraba que, en todo caso, el proceso descolonizador no podría concluir sin una consulta a la población. Por eso, en los citados Acuerdos de Madrid se acepta la administración marroquí, pero no la soberanía. Ulteriormente, en las numerosas ocasiones en que la ONU ha considerado la cuestión saharaui, España ha votado en el mismo sentido en que lo ha vuelto a hacer el pasado 29 de noviembre. También en reiteradas ocasiones, y concretamente en la reunión de la OUA de junio de 1983, Marruecos se ha pronunciado a favor de un referéndum en el antiguo Sáhara español.
Aunque haya obtenido éxitos militares, es evidente que Rabat no tiene ningún interés en que se extienda en el plano internacional la batalla en torno a los reconocimientos diplomáticos de la RASD. Lo de Yugoslavia no es una simple anécdota. La resolución aprobada en la ONU, por el contrario, significa una espebie de retorno a un terreno, ya aceptado previamente por Marruecos, de negociación para un referéndum; ofrece, pues, un camino de solución en un marco jurídico internacional, con un futuro abierto.
El tono de algunos comentarios de Prensa y discursos parlamentarios en Rabat denotan nerviosismo y desconcierto. Cabe esperar que una consideración fría de los hechos permita enfocar la cuestión en sus términos reales. Las relaciones entre España y Marruecos han mejorado sustancialmente en el último período. La opinión española se felicita de ello, pues la buena vecindad con ese país es una de las bases de la estabilidad política del nuestro, habida cuenta, además, del contencioso planteado sobre Ceuta y Melilla. Un aumentó, siquiera verbal, de la tensión y de las diferencias entre Rabat y Madrid no beneficia a nadie. Y es injustificado cuando España no ha hecho en las Naciones Unidas sino mantener una política que a estas alturas se puede decir ya que es tradicional.
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