La obra de Sánchez Robayna despierta el interés por los nuevos poetas canarios

La reciente concesión del Premio de la Crítica de Poesía en castellano al escritor canario Andrés Sánchez Robayna, de 33 años, pone al descubierto la existencia en las islas de una amplia generación de jóvenes poetas que esporádicamente ve reconocida su obra a nivel nacional. Sánchez Robayna contribuye con sus éxitos personales a levantar los ánimos de quienes operan desde el extrarradio cultural de las regiones sin la confianza de tener esa audiencia.En su opinión, hoy en día la cultura más viva de este país hay que encontrarla, como hace 50 años, en provincias. Canarias ha gozado siempre de buena salud poética desde que autores como Luis Feria obtuvieron alguna resonancia en la Península. Abiertas las puertas por cualquier premio importante, para caer pronto en el olvido, es cierto que las islas, pródigas en poetas, no han tenido fuerza, suficiente eco ni respaldo de crítica.

Poetas de la última hornada como Ángel Sánchez, Miguel Martinón, Juan Pedro Casteñeda, Carlos E. Pinto o María del Carmen Martínez, se abren paso entre ediciones locales, "con una sana diversidad", según el crítico y escritor Juan Manuel García Ramos, director de la revista literaria Liminar.

Poetas de más antigua trayectoria como Rafael Arozarena, Félix Casanova de Ayala, Pedro Lezcano, Carlos Pinto Grote o Manuel Castañeda han asistido a la indiferencia de público y crítica. Otros, como Fernando García Ramos, en Tenerife, libran una dura batalla por popularizarse en sus múltiples publicaciones. Todos ellos, en gran medida, se han sentido recompensados como Agustín Millares Sall, que recibió el Premio Canarias.

Uno de los poetas más celebrados en el archipiélago, Pedro García Cabrera, fallecido, aglutinó en vida en torno suyo a un grupo numeroso de jóvenes autores, que en los casos de Fernando Senante, los hermanos Croissier o José Marrero, dio inmediatamente sus frutos. La vitalidad de la última poesía insular se vio en parte truncada hace nueve años con la muerte a los 19 años de Félix Francisco Casanova, que se había revelado como uno de los más sobresalientes escritores.

Sánchez Robayna, Premio de la Crítica por su poemario El fin de una trilogía, es profesor titular de Literatura Española del Siglo de Oro en la universidad de La Laguna (Tenerife) y director de la revista Syntaxis. Traduce a Espriu desde 1978 con Ramón Pinyol, labor por la que ambos recibieron el Premio Nacional de Traducción.

Estudió en Barcelona con los catedráticos J. M. Blecua y Antonio Vilanova y admite que el rigor creativo lo aprendió de Tápies y el temperamente de vanguardia de J. V. Foix, pero desanduvo los pasos de Ángel Quimera y retornó a las islas para escribir, influenciado por la teología insular del cubano Lezama Lima.

Piensa que la literatura canaria, desde Cairasco de Figueroa, en el siglo XV, hasta Agustín Espinosa, en los años treinta, ha sido insular y universal. Lleva a un extremo de radicalidad esa tradición y opina que el premio que le han dado suscribe la actitud de escritores que como él construyen desde la periferia su obra con gesto desintoxicado.