Checoslovaquia mantiene su ortodoxia, pese al nuevo clima en Moscú
ENVIADO ESPECIALEl 17º Congreso del Partido Comunista de Checoslovaquia, que finalizó el jueves en Praga, ha demostrado las dificultades para una rápida propagación de las políticas renovadoras impulsadas por el líder soviético, Mijail Gorbachov. El lastre dogmático que paraliza al régimen checoslovaco desde la crisis de 1968 hace extremadamente difícil que los carnbios registrados en Moscú tengan efectos inmediatos sobre el más fiel aliado soviético en Europa oriental.
De las intervenciones ante el congreso se deduce que, si bien existe un grupo que creellegado el momento de aplicar reformas para aumentar la flexibilidad y efectividad del sistema, el miedo a riesgos políticos, la conflictividad social y el anquilosamiento ideológico dificultarán las posibilidades de cambios profundos a. corto plazo.
Circulan por la ciudad diversas versiones sobre las posibles reformas en la cúpula checoslovaca, que todavía es prácticamente la misma que se configuró tras ser abortada la política reformista del entonces jefe del partido comunista, Alexander Dubcek, por la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia, en 19(19.
Algunos apuntan a la separación de los cargos de jefe del Estado y secretario general del partido, actualmente acaparados por Gustav Husak. Éste se mantendrá, probablemente, a la cabeza del Estado y será relevado en el partido por Milos Jakes, que dirige la política económica del PCCH y podría, en opinión de observadores residentes en Praga, llevar a cabo los cambios necesarios en la gestión económica para aumentar la flexibilidad, la rentabilidad y la disciplina laboral, objetivos prioritarios en el nuevo plan quinquenal que comenzó en enero.
Entre aquellos partidarios de paliar las dificultades que el inmovilismo ideológico crea a la economía de Checoslovaquia se encuentra también el primer ministro, Lubomir Strougal, que, si bien en su discurso ante el congreso se mantuvo muy cauto a la hora de concretar medidas, cuenta con un equipo de tecnócratas que favorecen esta renovación.
Entre los adversarios de la desideologización de la gestión ecóriómica, el más fuerte sigue siendo Vasil Bilak, al que las reformas económicas impuestas por el propio Mijail Gorbachov resultan, al parecer, muy aventuradas.
Paramuchos adversarios de Bilak -el único dirigente que, con Husak y Jakes, es miembro del presidium y del secretariado del Comité Central- la esperanza de ver decaer la estrella del hombre duro de Praga, se basa en una supuesta incompatibilidad de éste con los planes de Gorbachov.
El hecho de que las reformas económicas que algunos dirigentes quieren aplicar en Checoslovaquia no suponen, como en otros países del Este europeo, una mayor flexibilidad política hacia los sectores no comunistas del país y hacia los países occidentales, ha quedado claro en el congreso.
"Lucha implacable"
El ministro del Interior, Vratislav Vajnar, intervino ante el pleno para prometer una "lucha implacable", como ya había pedido el jefe del partido, contra los enemigos del Estado, tanto en el interior como en el exterior, "por mucho que se escondan tras frases rimbombantes sobre la defensa de los derechos hurnanos'.
La intervención del ministro se considera una clara advertencia a los miembros del Movimiento Carta 77. El Partido Comunista de Checoslovaquia considera que todas las críticas que recibe por el trato que aplica a los pocos disidentes activos que quedan en el país, por las medidas restrictivas a la libertad religiosa y por la falta de libertad de movimiento y expresión, son parte de una campaña insidiosa de los países occidentales, tendente a minar el sistema socialista. "Los cuentos sobre los derechos humanos" no frenarán al aparato de la seguridad del Estado en su firme lucha contra "elementos desclasados" y todo aquel que intente socavar el régimen, advirtió el ministro.
Los observadores occidentales en el congreso han tenido ocasión de constatar que no hay indicios de cambio en la actitud del régimen checoslovaco hacia la crítica, sea interna o externa. Las aseveraciones en el congreso sobre la necesidad de crítica y autocrítica no han pasado de ser meras frases. Los periodistas que, pese a las advertencias de las autoridades, han visitado a disidentes como el anciano Jiri Hajek, ministro de Asuntos Exteriores en la primavera de Praga, han sido retenidos e identificados.
Algunos han sido fotografiados por las calles de la ciudad, y la vigilancia y el control continuos han sido tan ostentosos que resulta obvio que la intención de las autoridades no era tanto vigilar como intimidar a los periodistas occidentales en el ejercicio de su labor informativa.
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