Rosa y verde
Al llamar a su fresco napoleónico Rojo y negro, Stendhal proponía una metáfora cromática en la que no sólo el escarlata de los uniformes marciales y el negro clerical producían constraste; la sangre derramada de Europa y los nubarrones del desastre eran otros matices con los que el novelista quiso pintar la historia.La carátula que anuncia todos los lunes Corrupción en Miami es rosa y verde, con tonos de pastel que coinciden, no se sabe si por casualidad, con muchos de los atuendos de arruga permanente que llevan sus. protagonistas, el policía blanco y el policía negro. Y el gran secreto de esta serie de éxito está en sus colores, porque si el rojinegro decimonónico representaba la epopeya del último gran mito guerreador de Occidente, Bonaparte, el verdirrosa difuminado de Corrupción en Miami es la enseña del Thriller posmoderno y caribeño, de héroes blandos abandonados por sus mujeres, de daiquiris, piscinas, caimanes amaestrados y, como vicio supremo, la cocaína por un tubo. Hasta la gama racial de los dos chicos está descolorida: Don Johnson es un rubio teñido, y Philip Michael Thomas un negro chocolate.
Color, diseño y gadgets son, pues, frente a la antigua trinidad de sangre, sexo y castigo del cine negro clásico, lo que distingue a Corrupción en Miami, y en los Estados Unidos le ha dado el éxito. Temáticamente, que no se busque nada nuevo ni singular en la serie, la cual, además, presenta la habitual característica de irregularidad de las largas series americanas, en las que cada episodio está filmado por un realizador distinto. Así, de lo visto hasta ahora, los tres primeros resultaron cinematográficamente de los más soso, y el último en dos partes, El regreso de Calderone, muy hermoso de ver y bien contado. En cuanto a la música, se había exagerado al decir que era un personaje más del drama, y un fondo sonoro omnipotente. Sólo de cuando en cuando se oyen canciones disco de moda, y este truco o gancho lo viene utilizando además el cine americano.
La originalidad de Corrupción en Miami está en su geografía. Los lugares del crimen norteamericano suelen ser Nueva York o Chicago, San Francisco, Detroit, pero hacer de la cálida y relajada ciudad de los ancianos retirados y la salsa cubana un antro de perversión tiene su gracia.
La ciudad
Pero son, sin lugar a dudas, sus artilugios y otras compensaciones ambientales los que salvan la serie. La ciudad de Miami, que cuenta con dos polos arquitectónicos realmente notables -el precioso art déco de Miami Beach y las nuevas construcciones posmoderm del grupo Arquitectónica en la zona de Coral Gables-, no es un ciclorama de vistas recortables delante de las cuales se pasean, como suele pasar en este tipo de realizaciones, los personajes. Sus espacios más genuinos forman parte de la acción, completándola, y el paisaje tropical añade sus encantos, vedados para el resto de desdichados que formamos el norte televidente.Sólo bajo el sol de Florida uno advierte no sin pesar que es posible que un inspector lleve pendiente, una mujer policía escotes abismales, y sólo allí una sarta de fechorías puede desenvolverse entre el danzón y las pieles untadas de los carnavales jamaicanos.
Es quizá la primera vez que la televisión (en el cine norteamericano sí hay precedentes) explota la belleza mórbida de lo decadente como forma de enfocar el género criminal. El. apuesto policía rubio es un sex symbol como todos los héroes tradicionales, pero ¿cuándo se había jugado tan sistemáticamente con la ambigua perversidad de su atuendo rosado y -en los primeros episodios- la coqueta barba de tres días, siempre de tres días? ¿Y cuándo en este medio en el que los polis sudaban copiosamente y tenían un cerco negro en el cuello de la camisa se habían visto escenas de amor sofisticado como la del policía color crema y la bella mulata, con profusión de cuerpos desnudos en artística secuencia de sobreimpresiones fotográficas? ¿Es esto el comienzo de un nuevo género, el policiaco tropical, o la incorporación definitiva a la televisión de la estética del arte rico?
Para una próxima entrega de Corrupción en Miami yo propongo que, ahondando en las raíces caribeñas, las canciones oídas sean de Julio Iglesias.
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