Paseo por los timbres
Un total de 2.256 agentes, 381 encargados de grupo y 18 asesores locales se han ocupado de efectuar el padrón municipal de Madrid. El autor de este artículo, agente censal contratado por él Ayuntamiento, explica aquí su experiencia en la zona en la que fue asignado, Chamberí.
El número es mundo. Hay una lógica basada en la numeración como conocimiento. García de Paredes, 35, es un entorno afectivo mientras el 85 de esa misma calle ya no existe. A esas alturas ya es otro agente con una carpeta azul oficina y otra sonrisa laboral en la boca. "Mire usted, esta casa es un pueblo, no nos conocemos nadie, sólo sirve para despistar los recibos, pero para hacer el padrón... una locura".Cada casa no es un pueblo, e un solo animal, tiene una sola respiración, un único olor; una personalidad sin par configurada por el sedimento de la vecindad. En el 6 de Virtudes es siempre las cinco de la tarde de una primavera en la playa, cuando el mar forma parte de la atmósfera, no de la piel.
El 15 de Morejón es el interior de un confesionario donde han meado todos los gatos del barrio una casa sórdida y menstrual. En el 28 de José Abascal, detrás de cada puerta te espera un desnudo joven, la voluptuosidad adolescente de generaciones bien alimentadas, entre un confort de linóleum y almuerzos patriarcales junto al ventanal. Pero no es un número la muerte. La muerte es un deseo muchas tardes. "Mire, nosotras éramos tres, pero cuando se murió nuestra hermana sólo nos dio una cosa: envidia".
"Yo tengo arterioesclerosis y vivo solo, de día en día una vecina me trae comida y el resto del tiempo lo paso en la cama. No me funcionan las muñecas, por eso no he podido hacer el padrón, no puedo andar, no puedo salir. Oiga, ¿para qué quiero yo estar vivo?".
Chamberí es un elefante cargado de viejos y viejas que pasea por el barrio buscando el otro lado de la cascada, desde el jardín de las monjas de José Abascal hasta las terrazas de Alonso Cano.
Cuando empiezas otro día el itinerario de los timbres y las campanillas, descubres en el tercero derecha del número 10 de Virtudes, un rostro de gestos conocidos, la madre del chico de los frutos secos, que con 16 años tenía que inscribirse en el censo para poder votar a los 18. El mismo rostro, pero en mujer y en cansado, con esa actitud gallega que claudica dignamente, cuando dice: "el padrón de la vecindad es cosa de los hombres de la casa, vuelva usted cuando estén ellos". Puerta a puerta vas censando todos los matices de la condición humana en el barrio.
Por eso el padrón es el padre más grande de toda, la zona durante mes y medio, porque ha entrado en todas las casas y porque lo sabe todo de ellas, más incluso que los porteros, esos seres despreciadamente imprescindibles, patriarcales y serviles a un tiempo, dueños reales de la historia de cada casa. Viven en los sótanos o en las terrazas, como águilas ebrias de lluvia que atalayan sus dominios. Los porteros y el padrón, por saber, se entienden bien.
Ser agente del padrón de un pequeño punto de la panorámica de Madrid es una tremenda experiencia literaria y social. Entrar en las corralas pobres donde se te trata de usted o se te reprocha el haber tardado tanto en llegar, es un comisariado con la propia vida. Uno piensa en la humedad y en el marxismo. El vivir en el 12 o en el 25 va a determinar la estatura, el corte de tu pelo, la inclinación del pecho, la sumisión de tu mirada o tu ruboroso nerviosismo al ir a firmar. El no ser 12 te ha impedido acceder a las joyas, la ópera y la calefacción, no ha permitido que tus hijos suban a los buenos colegios del barrio o que puedas caminar por la calle con el viento anudado al cuello.
De todo esto tiene la culpa el 25, es jodido y muy difícil de llevar, tenemos muy poco espacio para convivir él y nosotros. Pero de todo este desorden injusto y monjil, silencioso y voluptuoso, solitario y comercial, sólo va a quedar una larga retahíla de números, números de hojas, números de manzanas o números de personas, edificios y fechas, códigos y vías, distritos y deneis, como guarismos del orden perfecto.
es actor y ha sido agente censal de Chamberí.
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