Un negro récord
Los toros de Salvador Guardiola aportan un negro récord a los Sanfermines. Son los astados que han matado a más corredores. Ayer, en el segundo encierro de este año, dieron una buena muestra de su peligrosidad. Cuatro minutos duró la carrera, por culpa de dos toros rezagados que, a partir de la calle de la Estafeta, se revolvieron una Y mil veces, descolgados del resto y arremetiendo contra vallados y corredores, aunque sin que se registraran heridos por asta de toro. Únicamente el súbdito norteamericano Fred Sields resultó contusionado, con rotura de clavícula, y otras 27 personas más fueron atendidas por diversos golpes.La chispa de la jornada, sin embargo, la aportó una de las vaquillas bravas emboladas (con los cuernos cubiertos), que se sueltan habitualmente en el coso taurino de Pamplona tras el encierro. La vaca se sumó a la fiesta y se escapó del redondel, paseando sus cerca de 250 kilos de peso por las calles de la capital navarra. Al final, entre Policía Municipal y mozos voluntarios lograron reducir al animal, que escapaba, curiosamente, en dirección a Francia.
Germán Rodríguez
La otra nota de la jornada la constituyó la manifestación que, en memoria del joven pamplonés Germán Rodríguez, congregó a unas 1.500 personas a mediodía de ayer. Germán, militante de LKI (Liga Comunista Revolucionaria), murió el 8 de julio de 1978 por disparos de la policía, que horas antes, al finalizar la corrida, había irrumpido violentamente en el ruedo disparando contra la multitud. Hubo decenas de heridos por arma de fuego, y los gravísimos incidentes que se originaron obligaron al Ayuntamiento a suspender las fiestas. A pesar de la instrucción de dos sumarios y de que hay varias acusaciones particulares, ninguno de los policías implicados pasó por los tribunales, ya que el poder judicial dictaminó la conclusión del caso.
Desde entonces, todos los 8 de julio, las 15 peñas de mozors de Pamplona no salen a. la calle con sus charangas. Al comenzar la corrida se guarda un minuto de silencio. Durante el festejo no hay música y las casetas de los partidos políticos permanecen cerradas. Tras la corrida los mozos del tendido de sol se dirigen en silencio a través del callejón de la plaza hasta el lugar donde cayó muerto el joven pamplonés, y allí se recuerda también la muerte tres días después, en San Sebastián, de Joseba Barandiarán, cuando participaba en una manifestación de protesta por los hechos de Pamplona.
El silencio y el recuerdo del 8 de julio da paso nuevamente al bullicio habitual de San Fermín a partir de las 12 de la noche. Y un dato curioso: la policía detuvo ayerjunto a la plaza de toros a 12 revendedores de localidades que tenían en su poder 166 entradas.
Babelia
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