La indecisión casi siempre termina provocando la duda
El mantenimiento de la indecisión profunda que afecta al mercado de valores está abriendo las puertas a un sentimiento de duda sobre la capacidad de resistencia del índice general. La excesiva movilidad de los cambios, que evolucionan sin rumbo fijo y con notables diferencias de orientación entre unas sesiones y otras, junto con la manifiesta incapacidad para conseguir subidas a pesar de los intentos, son factores que inducen a la aparición de una cierta inestabilidad en el fondo del mercado.Para algunos valores los apoyos institucionales son evidentes, pero sin embargo las cotizaciones no acaban de encontrar el camino de salida al atolladero, puesto que el papel brota espontáneamente cortando de raíz las tentativas alcistas. Telefónica, por ejemplo, a pesar de tener previsto de inmediato un canje de títulos de renta fija por acciones y necesitar, por consiguiente, una cotización lo más alta posible de su acción para alentar a la conversión a los tenedores, no consigue sino dar bandazos sin perfilar en ningún momento una línea definida de actuación.
Es sabido que las situaciones de espera excesivamente prolongadas en los corros suelen acabar decantándose a la baja, y máxime cuando las dificultades son tan notables a la hora de mejorar posiciones. La indecisión y la falta de homogeneidad operativa en los patios bursátiles es uno de los síntomas que más preocupan a los expertos por cuanto hacen pensar en la inexistencia de unas expectativas claras a corto y medio y, por tanto, reflejan una situación global más compleja en la que el mercado no avanza pero tampoco se decide por una purga profunda y saneadora de los precios. En estas circunstancias, los condicionantes externos de claro talante negativo o que suponen la aparición de dudas razonables terminan por imponerse a la larga.
Comienza a cuestionarse la permanencia de la caída de los tipos de interés financieros y se abren interrogantes sobre la posibilidad de continuar con una mejoría económica general. En este sentido, el detenimiento del crecimiento económico en el país locomotora de occidente, Estados Unidos, y la presencia de tensiones alcistas tanto sobre su tasa de inflación esperada como sobre los tipos de interés del sistema pueden afectar a la situación española aunque sólo sea con unos coletazos colaterales.
La sensación de sobreprecio se hace así preocupante, sin que las anécdotas particulares que se suceden contra corriente y las excepciones puedan calmar el prurito nervioso. Los volúmenes de negocio de la Bolsa de Madrid vienen en apoyo de esta tesis, ya que han ido decreciendo paulatinamente hasta perder la cifra de los 5.000 millones. El hecho de que las instituciones prefieran la posición de liquidez sobre cualquier otra, pese a la dificultad de colocación de los fondos liberados en otros activos refugio, y el aumento de las imposiciones en bancos y cajas hacen pensar que los grandes operadores del parqué han encontrado motivos suficientes de reticencia sobre la actual situación bursátil. El corto plazo ha dejado de ser interesante dada su irregularidad, y lo que preocupa ahora es el establecimiento de las estrategias a medio y largo, que de momento no están nada claras.
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