Música en Renfe
Fue de agradecer en su momento la muestra de civilidad de la Renfe al procurar distintos coches para fumadores y no fumadores. Aparte de respirar sin humo, la Renfe nos permite dar gozosa satisfacción a nuestras instancias sadoautoritarias cuando cazamos a algún pasajero fumando donde no debe (júbilo inmenso si de quien se trata es -¡viva Cristo Rey!- del propio revisor). Ahora intento que la Renfe nos evite otra polución, la sonora, provocada por la Renfe misma. Se trata de que los que deseamos el silencio -para dormir, leer o simplemente pensar, en los larguísimos trayectos, a veces prolongados durante hora y media porque, según se nos dijo, "a la catenaria no llegaba la alta tensión"- no tengamos necesariamente que soportar esa mezcolanza de fragmentos musicales que, en ritmo continuo de pasodoble, puede iniciarse con la séptima de Beethoven, continuar con La boda de Luis Alonso; Mi Buenos Aires querido; Soldadito español; Madrid, Madrid, Madrid, para quizá dar fin, sólo de momento, con algo de Las cuatro estaciones de Vivaldi, todo ello sin solución de continuidad e interpretado por una orquesta profusa en violines, tipo Xavier Cugat.Hay soluciones para esto. He aquí algunas:
1. Más coches para poder elegir, al sacar el billete, fuma / no fuma, música / no música. Esta solución es, no obstante, insatisfactoria, ya que alargaría desmesuradamente el Talgo, de por sí próximo a los 500 metros.
2. A los que desean música, suministrarles, en el precio del billete, auriculares. Esta solución tiene el inconveniente de que algunos pasajeros disponen al máximo el volumen en sus auriculares, de manera que desde ellos la música se percibe, por los desafortunados vecinos de asiento, como chillidos de ratón.
3. Y la mejor: que a los que no la deseamos -que somos muchos, ya que siempre que saca usted el tema se encuentra con alguien que coincide en considerar insoportable esa música impuesta- se nos suministren tapones para los oídos y unas como orejeras que se adhieran por delante, en la sien, y por detrás, en el mastoides, para que por ningún concepto penetren decibelios indeseados. Esta solución sería muy bonita y barata. Seguro que cualquier fabricante de preservativos -pues de preservar se trata- suministraría estos artefactos (¿silenciadores antirrenfe?), estériles y empolvados, en cajita perfumada.-
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