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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Elecciones conservadoras

MARGARET THATCHER ha convocado elecciones para el próximo 11 de junio, un año antes del término legal de la legislatura. Ha sido una decisión sin sorpresa. Con una ventaja en los sondeos sobre los laboristas en torno a 10-12 puntos, y después del éxito de los conservadores en las elecciones municipales de la semana pasada, superior al que preveían, la convocatoria de elecciones en junio les coloca en condiciones óptimas para ganarlas. Si fuese así, Margaret Thatcher se convertiría en el único primer ministro británico de este siglo que alcanza tres victorias sucesivas.Desde luego, el marco de estas elecciones no será el de 1983, cuando el Partido Conservador arrolló a sus contrincantes gracias a tres factores fundamentales: el efecto de la guerra de las Malvinas; el encierro del laborismo en un radicalismo anacrónico, simbolizado por Michael Foot, y la división del voto causada por la aparición de un nuevo foco electoral: la alianza liberal-socialdemócrata. Con todo, en 1983 los conservadores obtuvieron menos votos que en 1979, y su victoria arrolladora -397 diputados en una Cámara de 650- fue sobre todo la consecuencia del desastre de un laborismo trasnochado.

Con un nuevo líder, Neil Kinnock, el Labour Party ha hecho desde 1983 grandes esfuerzos por salir del atasco. Definió una política más moderna y flexible y logró situarse en el primer lugar de los sondeos, dando la sensación de que iba a capitalizar los efectos negativos, para extensos estratos sociales, de la política de rigidez del Gobierno tory. Sin embargo, el laborismo choca con serias dificultades para asumir conaudacia los nuevos problemas que impactan a la opinión pública. Su base sindical histórica, los trade unions, ha perdido peso a causa de los ataques del Gobierno y de otros factores, como el desempleo masivo y el tremendo desgaste causado por la prolongada huelga minera de 1984-1985. La lucha de Kinnock por marginar del laborismo al izquierdismo radical ha mejorado su imagen ante amplios sectores, pero ha creado problemas agudos en centros de su influencia tradicional.

En cuanto a la política exterior, los conservadores han atacado fuertemente a Kinnock por su posición contraria al armamento nuclear, y la evolución actual, con la perspectiva de un acuerdo para eliminar los euromisiles, sería favorable a los laboristas, partidarios del desarme. Pero el acierto en los planes de política exterior no deciden. De hecho, las cuestiones que han devuelto su prestigio al Gobierno de Thatcher en los últimos meses, y que decidirán las elecciones del próximo junio, son las de orden económico interno. El elector es particularmente sensible á la actual mejora del horizonte económico, al crecimiento de sus ingresos y a la reducción de los impuestos. Es cierto que el paro se ha triplicado desde que gobierna Margaret Thatcher, pero en los últimos meses tiende a disminuir. En conjunto, puede decirse que la actual coyuntura favorece al Gobierno, mientras Kinnock carece de un proyecto económico capaz de inspirar confianza a grandes sectores de la población.

El sistema electoral mayoritario acentúa el suspense propio de cualquier consulta. Mucho más ahora, con tres partidos en liza. En 1983, la alianza liberal-social-demócrata, con el 25% de los votos, dañó gravemente a los laboristas, que se quedaron con poco más del 27%. Hoy, la alianza está implantada en el conjunto del país y ha logrado un éxito serio en la última consulta municipal. Todo ello reduce al mínimo la eventuali dad de una victoria laborista. Por otro lado, si la dinámica de los resultados municipales se trasladase a las elecciones generales podría resultar un Parlamento colgado, es decir, sin un partido con mayoría. Pero tal extrapolación sería artificial, y esa eventualidad no pare ce probable. En cualquier caso, los sondeos indican que, en ese caso, los electores de la alianza preferirían que su partido se inclinase en apoyo de los conservadores. Las elecciones del 11 de junio pueden ser, en suma, un nuevo paso hacia la consolidación de la influencia conservadora en la actual etapa europea.

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