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Crítica:'MADAME BOVARY'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Flaubert, bajo el pincel de Minnelli

Éste es un Minnelli insólito. No tiene colores ni es un musical ni una comedia, y como melodrama es un melodrama de época que adapta con atipicidad la más célebre novela de Gustave Flaubert. Con atipicidad porque, tanto o más que a su protagonista, Emma Bovary, es al propio autor a quien se juzga moralmente, tanto desde la ficción como desde la butaca del espectador.En efecto, la carne literaria de Flaubert se sitúa en un plano subjetivo de la narración del propio escritor, que reescribe o visualiza para nosotros su texto en el estrado. Un efecto sensacionalista que Minnelli utiliza, consciente de que la vida es una tómbola y que la moral burguesa no es mucho más moral que la amoralidad; que todos, en fin, jueces y juzgados y acusados, somos amorales. En realidad, Madame Bovary es un certero escupitajo a las buenas costumbres y a la hipocresía.

Madame Bovary, por todo lo antedicho, queda en la filmografía alada de Minnelli como un título de los llamados menores. Visto hace unos años por la pequeña pantalla (aquí no llegó a estrenarse), ya observamos, sin embargo, que es un filme de enorme interés, con la elegancia visual y el tacto conceptual propios del cineasta y un nada soterrado cinismo hacia las encopetadas costumbres de la sociedad, no sólo de la que tiene por marco la acción. Porque, al fin y al cabo, Emma Bovary fue mujer odiada por su sociedad, y Minnelli, de su parte, la eleva como símbolo humano. Símbolos humanos, casi mártires, ella y Flaubert.

Madame Bovary es una de esas piezas perdidas en la jungla del celuloide que el aficionado que la desconozca debe ver y reivindicar apasionadamente.

Madame Bovary se emite hoy por TVE-1 a las 22.35.

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