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FERIA DE OTOÑO

Comercial Victorino

Hubo tres Victorino de los que llaman comerciales, pero en realidad fue comercial la corrida entera. Comercial en el buen sentido; es decir, en aquel que llama público, hace afición, vende. La corrida de los Victorino resultó un magnífico espectáculo. Hubo toros representativos de las distintas gamas de bravura y argumentaron lidias apasionantes.También hubo toros mansos, pero sin desdoro; es decir, que siendo mansos, tenían casta. Este es uno de los atributos esenciales de los Victorino. Otro es el trapío, del que también se vio interesante gama. La corrida de ayer serviría para todo un curso de tauromaquia. Aparecer por los chiqueros el cuarto, un estruendo de admiración surgió en la plaza, porque se trataba de un ejemplar impresionante, con enorme alzada, largura y hondura, rematado detrás con una culata poderosísima, delante con unas astas terroríficas, cornalonas y astifinas. Allá donde pasara el toro se levantaba el público a aplaudirle con verdadero entusiasmo.

Victorino / Ruiz Miguel, Campuzano, Nimeño

Toros de Victorino Martín, con trapío, varios muy flojos, tres pastueños y tres con genio; 4º de impresionante presencia. Ruiz Miguel: dos pinchazos y estocada corta caída (silencio); pinchazo perdiendo la muleta y estocada caída (vuelta con protestas). José Antonio Campuzano. estocada ladeada (ovación y salida al tercio); estocada corta muy trasera y rueda de peones (pitos). Nimeño II: dos pinchazos y estocada (vuelta); estocada (ovación y saludos). Plaza de Las Ventas, 3 de octubre. última corrida de la feria de otoño.

Apareció luego por los chiqueros el quinto y se trataba de un animal chico, la cara lavada, cuello escurrido, culata menuda. Y, sin embargo, no era menos toro. No era menos toro porque tenía trapío, conformado en la agresividad de su proporcionada lámina, desde la penca del rabo a las buidas defensas. Cuarto y quinto tenían trapío irreprochable, y si uno era aparatosamente grande, el otro era inquietantemente serio.

El cuarto grandote, después de recorrer los tercios recogiendo ovaciones, se puso a escarbar en el centro del ruedo y le mugía a Ruiz Miguel: "Aquí te espero, corazón; a ver si tienes güevos".

Los tuvo. Ruiz Miguel se fue a buscarlo, lo llevó concapotazos dominadores al tercio y, lanceando a la verónica, ganó terreno hasta devolverlo al centro del ruedo otra vez, donde remató con tres medias verónicas y una revolera. Eso sí es de torero valiente -y eso sí es de auténtico maestro. Poderoso y luego bronco el toro, la faena de muleta hubo de ser sobresaltada, porque Ruiz Miguel se fajaba con la mala bestia y la mala bestia se defendía tirando gañafones espeluznantes.

El quinto chico no paraba de embestir, con aquella codicia y aquella fiereza que caracterizaban la casta del toro de lidia... cuando el toro de lidia tenía casta y lo podía demostrar. El Victorino chico respondió con una embestida terrible al primer derechazo y José Antonio Campuzano optó por no concederle la menor posibilidad de que repitiera la gracia. Macheteó precavido, estoqueó rápido y a otra cosa. Y se entendía, porque ese Victorino chico, cara lavada, culata menuda y cuanto se quiera, daba aún más miedo que el gigantón.

Toro moderno

El sexto ya fue toro moderno, de esos plúmbeos, amodorrados, sin temperamento, y los muchos pases, por cierto bastante decorosos, que le dio Nimeño II, carecieron de emoción. Quizá hizo falta ayer que saliera ese toro, pues permitía comparar la abismal diferencia que existe entre una corrida a la moderna -sin toro- y otra a la antigua.

Aunque se aburría el público con el pegapasismo de Nimeño, lo sufría en silencio, en respetuoso recuerdo de la actuación sorprendentemente artística que tuvo en el toro anterior. Otra categoría de toro era, por supuesto. Los tres primeros toros constituyeron otras tantas ambrosías, que añaden exquisitez y lujo al amplio escaparate de Comercial Victorino. Tres toros para cortarles todas las orejas. Tres por dos, seis; seis orejas que en su bondad infinita entregaron los Victorino a la terna, y ninguno las supo recoger.

Ruiz Miguel citaba a distancia, cargaba la suerte, embarcaba hondo el primer pase de cada tanda, y luego se iba acercando al torillo noble, aliviándose con el pico y ahogando la embestida. José Antonio Campuzano ligó muy bien una serie de naturales al boyante segundo y durante el resto de la faena se colocaba fuera de cacho, la pierna contraria escondida, el pico por delante, tan exagerado, que llegó a poner ante el testuz la punta del estoquillador. Sólo Nimeño II hizo el toreo bueno. Quien lo habría de decir: un francés.

Al pástueño tercero lo toreó con gusto exquisito. Latiéndole a ritmo el corazón torero, cargaba la suerte, embarcaba con temple, bajaba la mano. Construyó un gran faena sobre la mano dere cha, que aún revalorizaría al fina cuajando desde la lentitud y la emoción estética dos tandas ex traordinarias de naturales. La orejas las perdió con la espada y de poco las vuelve a ganar con la espada también, pues el estoco nazo que cobró por el hoyo de la agujas al tercer viaje, fue de categoría.

Pocas veces les volverán a salir toros como esos a Ruiz Miguel, José Antonio. Campuzano Nimeño, menos en la primer plaza de mundo, y en feria. Tuvieron una ocasión de oro para alcanzar un triunfo de época. Toros con el defecto de ser blandos -claudicaban mucho en los primeros tercios-, si bien bravo con los caballos, prontos al cite, suaves en la embestida. Y además humillaban hasta donde no se podía humillar más.

Pocas veces, asimismo -dados los tiempos que correntendrá el público de la primer plaza del mundo ocasión de volver a presenciar una corrida de toros con tan irreprochable trapío y a la vez tan encastada, amena e interesante. Comercial Victorino vuelve a ponerse en primera línea de aceptación. En la feria de san Isidro bajó escandalosamente la calidad de sus productos -llegó a dar cordilla- pero en la otoñada ha ofrecido una rica gama de productos y ya dicen que es, de nuevo, lider de la ganadería de bravo.

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