De película
Dejé a la rubia Gioberti hecha una rosa y, dos sobremesas de despiste más tarde, me la encontré saliendo de Alcohólicos Anónimos. En cuanto a Ángela, el último lunes tuvo un problema con los chicanos que le recogen la cosecha, y 10 minutos después había firmado el convenio y se tomaba unas copas con el líder sindical. Dicho lo cual, lo único que se me ocurre añadir es que Falcon Crest sigue siendo lo más divertido, a pesar del esfuerzo general por convertir el peñazo de la cumbre en un borrascoso encuentro entre el galán de moda de la CE y la mujer que más ha hecho para que todas volvamos a rizarnos el pelo, es decir, Margaret Thatcher.Pese a que las protagonistas respectivas de ambos eventos, la dama de la uva y la dama de hierro, tienen mucho en común -por ejemplo, ningún Josep Gual se atrevería a preguntarles si llevaban ropa interior en el momento de la violación-, a la primera le escriben los diálogos guionistas con talento conocedores del auténtico matiz de la amenaza. A mí me daría mucho más miedo nuestra visitante inalámbrica si pronunciara frases como: "La familia es lo único que nunca te abandona" o "deberías conocerme lo bastante para saber que nadie vence a..." (poner el nombre de la señora Thatcher en la línea de puntos).
En cambio, este tira y afloja que se trae la pareja de mandatarios más bien parece sacado de El mago de Oz, porque todos sabemos que, a la postre, el héroe de mimbres y la heroína de hojalata acabarán cantando juntos Somewhere, over the rainbow, y aquí, fundamentalmente, no ha pasado nada.
Sin embargo, lo del Palacio de Congresos ha tenido el tono de una superproducción. Desde los tiempos de Samuel Bronston nadie recuerda, ni siquiera Suárez, que hizo de extra en Orgullo y pasión y que, ahora, ni eso, un similar alarde. Más estrellas que en el cielo, aunque falte el beso final, sin duda porque uno de los dos tiene bigote. Adivinen quién.
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