El fantasma de la guerra
Azerbaiyanos y armenios se califican mutuamente de 'invasores extranjeros'
El fantasma de la guerra se ha apoderado de la República soviética de Azerbaiyán y comienza a penetrar en la vida cotidiana de unas gentes convencidas de defender su patria de los invasores extranjeros. Por invasores se entiende hoy en Azerbaiyán a la mayoría armenia de la región autónoma de Nagorno Karabaj y a los llamado barbudos u hombres de los bosques, grupos armados infiltrados en territorio de Azerbaiyán, según la creencia más generalizada en Bakil. Los barbudos, por supuesto armenios, son unos 20.000, según el dirigente del Frente Popular Rajim Kaziev.
El Frente Popular de Azerbaiyán es una enorme organización de masas que acaba de ser legalizada. Hoy parece llevar la voz cantante en la política de la República. Tiene su propio periódico, que se imprime en los talleres del partido comunista, y todos saben dónde están los locales del Frente en el centro de Bakú. Se trata de una antigua escuela frente a la cual se agolpa una multitud de hombres que discuten, fuman o leen los periódicos murales.La situación en Nagorno Karabaj y los conflictos armenio-azerbaiyanos marcan la vida de esta sede. En una de las salas acaban de reunirse fugitivos azerbaiyanos de Armenia que aún no tienen alojamiento decente. Son campesinos mal vestidos y mal calzados, pertenecientes al contingente de 170.000 personas que tuvieron que abandonar Armenia en las semanas que precedieron al terremoto del 7 de diciembre. Vinieron con lo puesto y en un lamentable estado físico, según nos dice una médica española que les atendió. La doctora desmiente, sin embargo, el rumor según el cual los refugiados habían recibido palizas y malos tratos por parte de los armenios.
Servicio militar
En los locales del Frente Popular se recogen hoy firmas para que los jóvenes azerbaiyanos no hagan el servicio militar fuera de la República. La campaña ha sido promovida por un grupo de madres azerbaiyanas, siguiendo la pauta de iniciativas semejantes en las repúblicas bálticas.
En el Báltico, la campaña parece claramente inspirada por el deseo de proteger a los jóvenes locales ya sea de una repetición del caso de Afganistán o de los rigores de la vida de los integrantes del Ejército soviético. Aquí, en Bakú, quienes redactan peticiones a favor de un Ejército nacional hablan de "defender la patria" y llaman "comisario" al responsable de la campaña en el Frente Popular.
En los locales del Frente cuelga un mapa donde el nombre de Jankendí ha sustituido al de Stepanokert, la capital de Nagorno Karabaj. Jankendí es el nombre azerbaiyano de la ciudad, nos dice Medzheliz Aiissharlí Shafar, un escritor que pertenece a la comisión redactora del Frente. En Jankendí sólo quedan 20 familias azerbaiyanas, asegura. Son hombres, dice, que no salen de casa y que están dispuestos a defenderse.
Sobre el mapa, Medzeliz Aiissharlí Shafar explica que la zona más caliente es un corredor que separa Nagorno Karabaj del territorio de Armenia. Son apenas 10 kilómetros de "cordón umbilical" por los que pasa la carretera que une Armenia con Nagorno Karabaj. Por ahí circulan las caravanas de coches, vigiladas por el Ejército, con víveres para Nagorno Karabaj.
"... Y debajo de los víveres van las armas y los explosivos", exclaman dos jóvenes que acaban de llegar del corredor fronterizo, donde residen sus familias. Dicen llamarse Mubarís y Artsumá y tener ambos 23 años de edad. Son estudiantes del Instituto Polígráfico de Bakú y vienen de dos aldeas llamadas Mygydara y Giuliudird. Mubarís y Artsumá han interrumpido sus estudios recientemente y se han lanzado al monte.
Armas de Líbano o EE UU
Eso quiere decir que se dedican a registrar los convoyes que van de Armenia a Nagorno Karabaj. Están encuadrados en el Frente Popular. Hablan, de "unidades", pero cuando les pedimos explicaciones sobre su organización se refieren a los "amigos del Frente Popular". Hablan mal el ruso. Explican que no tienen armas, tan solo, dicen, "armas de caza". Los armenios, aseguran, "tienen armas procedentes de Líbano o de Estados Unidos".
"Aunque contempláramos la posibilidad de usar armas, no tenemos una mafia internacional poderosa", señala el matemático Rajim Kaziev. "Si tiene posibilidades de darnos armas", continúa Kaziev dirigiéndose a nosotros, "dénoslas, porque sabemos que los acontecimientos se encaminan hacia la sangre y (...) no vamos a utilizar piedras contra las ametralladoras".
Los argumentos de los azerbaiyanos que encontramos en la calle o con quienes conversamos en sus casas son argumentos de guerra, argumentos sin fisuras. En un año y medio, las amistades y relaciones entre miembros de la comunidad azerbaiyana y la armenia han sido barridas por el ambiente de guerra. Los amigos han dejado de verse y de llamarse por teléfono. Las familias mixtas se han dividido cuando los armenios, atemorizados, han tenido que huir de Azerbaiyán y refugiarse en otras repúblicas soviéticas.
"Empezaron ellos", exclamaba la compañera de trabajo azerbaiyana de una mujer cuyo esposo, armenio, atemorizado, acababa de refugiarse en Moscú debido a su miedo. Ésa era toda la solidaridad que la mujer obtenía de su colega.
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