Cerco a Papandreu
CUANDO EL ex banquero griego Georgios Koskotas llegó a su país natal procedente de una prisión de Estados Unidos y fue encarcelado en la de Koridalos, en las inmediaciones de Atenas, comenzaban a sentarse las bases para iniciar el proceso por el mayor de los escándalos económicos de la Grecia contemporánea y cuya dimensión política deriva de la presencia del ex primer ministro, Andreas Papandreu, entre los acusados. Koskotas se ha resistido durante dos años a la extradición. Prefería una cárcel de Massachusetts al albur de un destino incierto en su propio país, donde podría encontrarse con una condena a cadena perpetua o, de confirmarse sus peores temores, con una bala asesina. Su proceso es, también, el del veterano líder político Papandreu, aunque éste insista en que las acusaciones de soborno y corrupción que pesan en su contra son tan sólo el resultado de un montaje político que pretendía eliminarle del poder. Ya no es jefe de Gobierno pero está lejos de ser un defenestrado. Continúa al frente de su partido, el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), y éste sigue siendo una clara alternativa de poder después de varias convocatorias electorales.No se debe olvidar que la extraña al lanza entre conservadores y comunistas, motivada, precisamente, por las abundantes muestras de corruptelas económicas que ensombrecieron la vida política y social griega durante los últimos años del Gobierno socialista, originó lo que se vino en llamar la política de catarsis (purificación) y el relevo en el poder en dos ocasiones por la insólita coalición.
Con Koskotas en el banquillo y Papandreu y varios de los que fueron sus ministros desprovistos de su inmunidad parlamentaria y procesados, el caso está en manos de la justicia y, teóricamente al menos, el líder socialista podría ocupar una celda de la misma cárcel a la que fueron a parar los coroneles de la junta militar a la que él combatió. Pero no parece muy probable. Independientemente de que sea o no inocente, no hay las suficientes pruebas concretas, los indicios no son pruebas, las sospechas no pueden condenar por sí solas y las acusaciones de Koskotas son todo menos neutrales y desinteresadas.
El antiguo banquero ha declarado ante el tribunal que Papandreu le obligó a financiar ilegalmente al PASOK, que le utilizó para intentar controlar la prensa griega, que le forzó a comprar un equipo de fútbol... Nada que no se hubiera publicado yacentenares de veces. No es de extrañar que su testimonio haya defraudado, sobre todo cuando no se sustenta con pruebas.
El escándalo Koskotas es sólo el mascarón de proa de una larga lista en la que también figuran la venta de maíz yugoslavo como griego (con el consiguiente fraude a la Comunidad Europea), las escuchas telefónicas a políticos y periodistas enemigos del PASOK y el contrato del siglo por el que la frágil economía estatal griega pagó aviones Mirage y F- 16 muy por encima de su valor real.
Tal vez la república de los escándalos hizo posible que, finalmente, el partido conservador de la Nueva Democracia llegase al poder, pero el pueblo griego no fue tan duro con Papandreu como sus enemigos políticos. La catarsis caló más hondo en la terminología de los políticos de medio mundo que en la sociedad griega, escéptica sobre su propia clase dirigente y dispuesta, en muchas ocasiones, a dejarse guiar más por el corazón que por la lógica. Por eso, Papandreu, que se defiende bien del cerco, no es aún, contra los pronósticos de hace un par de años, un cadáver político.
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