Ortega Cano marca la diferencia
Las estadísticas señalarán al final de la feria que Camino alcanzó la puerta grande, Espartaco cortó oreja y sólo Ortega Cano pasó en blanco de trofeos, pero éste marcó la diferencia de la calidad y fue el único que interpretó el toreo puro. Seguramente habrá que echar mano de las estadísticas para recordar siquiera un pasaje de las triunfales faenas de los que tocaron pelo; sin embargo, la plástica y sentimiento de la labor de Ortega Cano al cuarto toro quedará impresa en las retinas de los espectadores y les acompañará in saecula saeculorum.
También el diapasón sensible del buen aficionado vibró con el juego en el último tercio del mulato Ojalado y bocirrubio sexto, una incansable y trepidante máquina de embestir, que no acabó de romper porque Camino no dio la talla, orejas aparte.
Domecq / Ortega, Espartaco, Camino
Toros de Juan Pedro Domecq, justos de presentación, nobles y manejables, excepto 5º, manso y peligroso.Ortega Cano: media baja y descabello (silencio); media trasera atravesada, pinchazo y pinchazo hondo (vuelta). Espartaco: estocada (oreja); estocada baja (ovación). Rafael Camino: estocada desprendida (oreja); bajonazo (oreja); salió a hombros por la puerta grande. Plaza de Albacete, 11 de septiembre. Cuarta corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
El bicho tuvo un comportamiento desigual frente al hulano, pero luego se arrancó de lejos y con alegría a la flámula de su futuro espichador. Éste aprovechó su pastueñez para darle mil pases, siempre sin sometimiento, y en los terrenos que quiso tan chochón enemigo. Es cierto que algunos fueron ortodoxos pero ya se sabe que torear no es dar pases. Y, para colmo, le asesinó de un horrendo bajonazo. Al bragado tercero también le aplicó una faena plana, de escaso fuste y ventajista, con mucho sorullo y poca clase, también intercalando algún buen dibujo suelto.
Se sacó la espina
Espartaco se sacó por fin la espina de sus últimos fracasos en esta tierra. Para ello encerró en el baúl de los recuerdos sus sonrisas y recursos pueblerinos habituales y al segundo lo llevó siempre muy templado por ambos pitones y próximo a la ortodoxia antes de colocar un estoconazo hasta las péndolas.El quinto toro de la tarde, probón y rebrincado, llegó descompuesto a la muleta y Espartaco se la jugó con honestidad y bizarría obligándole a embestir y sin escuchar los consejos del apoderado y los sulbaternos que le pedían a voces que lo matase.
Ortega Cano no se acopló con el veleto inicial por una sola letra: en lugar de cegarse o cruzarse, se cejaba o marchaba en el momento de aguantar la embestida de su rival. Pero con el bizco cuarto, que brindó, tal vez maliciosamente, al apoderado de Espartaco, Rafael Moreno, armó un alboroto y puso leguas de distancia entre su toreo y el de sus compañeros. A este animal lo recibió con ajustadas y artísticas verónicas, que repitió en un magnífico quite.
Con el señuelo escarlata construyó una faena maciza, plena de estética y sentimiento. Toreó de arriba a abajo y de dentro a afuera en sus redondos y naturales que iban desde la profundidad paulatina a la elegancia del desgarro.
Después de su ya clásico tres en uno improvisó una tanda de naturales perfectos abrochados con un pase de pecho de cartel y cerró tan excepcional labor con unos ayudados por alto de cintura crujía. Sin embargo falló a espadas, eso sí, echándose siempre arriba, y se hundió en las estadísticas de la misma forma que ascendió al cielo del toreo puro y al corazón de los aficionados.
Babelia
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