"Querido amigo, 'te mato'
Cuando cesan los disparos, el musulmán Selim Hajrulavic enciende el walkie-talkie y habla con el enemigo. "¿Qué tal andas, Mihailo? ¿Estás todavía vivo Miroslav?". Son, como explica, "conversaciones normales", diálogos entre ex compañeros de armas, muchos de los cuales el año pasado se consideraban amigos. De vez en cuando alguno amenaza: "Te mataremos, Abdulá, no te quepa la menor duda".Nunca se ha cerrado el canal que todavía permite la comunicación a los 70 comandos antiterroristas de la Bosnia prebélica. En marzo, los 40 comandos de etnia serbia se unieron a los secesionistas, mientras que croatas y musulmanes se quedaron con las fuerzas bosnias. Han establecido una frecuencia de onda segura y una cita. La única norma es la de no preguntar dónde se encuentra el interlocutor. "¿Dispararías, Selim, si supieras a quién estás disparando?" "Claro que dispararía, es la guerra". Pero cuando se habla de los cascos azules todos vuelven a descubrir sus antiguos lazos de casta. "Son... soldaditos que sólo sirven para desfilar, demasiado bien pagados para arriesgar el pellejo". Y en este desprecio se evidencia uno de los efectos más trágicos de la guerra: en Sarajevo todos odian ya a las tropas de la ONU, "centinelas y coartada de Occidente".
En Sarajevo, nadie se asusta ya por el ruido de una granada caída en las cercanías, y ningún cruce de disparos enmudece los juegos infantiles. Pero detrás de este fatalismo con el que todos se protegen como una coraza para no enloquecer, está creciendo un odio ilimitado, que pronto podría recaer sobre los serbios que se han quedado en la ciudad y que, por ahora, se vierte sobre el contingente de la ONU.
Ambigua neutralidad
Si estos 1.500 soldados olvidaran su ambigua neutralidad no sólo estarían a merced de la artillería serbia, sino imposibilitados de continuar una mediación que ha tenido algún resultado. Pero para quien vive en Sarajevo, está llegando a ser intolerable el espectáculo de los soldados de la ONU que atraviesan la ciudad sin disparar contra los serbios, excepto en defensa propia. En un clima cada vez más hostil, los cascos azules tienen la sensación de encontrarse entre dos fuegos. La advertencia les llegó en julio, cuando fue disparada una granada anticarro contra uno de ellos. El ataque sobrevino "en una zona controlada por los musulmanes", precisa Mik Magnusson, el portavoz del contingente de la ONU, dando a entender que probablemente no fueron los serbios.
El portavoz es también evasivo cuando se refiere al último ataque sufrido, la semana pasada, cuando cinco cascos azules fueron heridos gravemente por una granada de mortero. Si la ONU decide una intervención militar, sufrirán la represalia serbia. Si Occidente y la ONU no salen del pantano de la incertidumbre, serán el objetivo de la ira musulmana.
La Repubblica / EL PAÍS.
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