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La mujer que se abrasó en un banco arrastraba una crisis depresiva, según los familiares

Francisco Peregil

Evangelina Mateos, de 41 años, administrativa con despacho propio en un ambulatorio, abstemia, sin ningún vicio visible salvo el del tabaco, madre de dos hijos y esposa de un tornero en paro, entró el sábado en una sucursal del BBV con una botella de plástico llena de gasolina. "O me pones [le tuteaba] 800.000 pesetas en el bolso o me prendo fuego", le ordenó.El director, según relatan los familiares de ella, le pidió que se calmase y que llamase antes al marido. "Yo no tengo que llamar a mi marido", le contestó. Evangelina se roció de la cintura para abajo, y después los brazos. Se prendió fuego, y el director se abalanzó con un abrigo sobre ella para ayudarla. Evangelina había cumplido su amenaza con tan mala suerte que se quemó los brazos y las piernas, y tragó el humo suficiente como para que se esté debatiendo aún entre la vida y la muerte en la UVI del hospital de Getafe. El director también sufrió heridas leves.

El subinspector de policía retirado Arturo Mateo, padre de Evangelina, aclara que ella no asaltó el banco, sino que fue más bien un acto de suicidio. "En vez de darle por tirarse de un balcón, le dio por eso". El marido, Ángel Domínguez, se encuentra con un expediente de regulación de empleo desde hace meses, pero asegura que éso no influyó. "Como yo, hay miles de hombres, y, gracias a Dios, no necesitamos el dinero. Tenemos el coche y el piso pagado".

El marido esperaba ayer, junto a la madre y hermanas de Evangelina, el informe médico y explicaba con lágrimas en los ojos que ella tuvo que sufrir una crisis nerviosa tremenda para hacer lo que hizo. La única explicación válida que se les venía a la cabeza era la del ovario. "Hace un año se enteró de que tenía un tumor en el ovario. Ella, por su profesión, tuvo acceso a los informes y se enteró de que aquello no era benigno. Se lo extirparon, y la operación salió bien. Pero el psiquiatra nos dijo que lo normal era que tuviera depresiones". Permaneció unos ocho meses de baja a causa de la depresión.

"Yo creo", agregó el marido, "que la extirpación esa ha sido la causa. Habrá que esperar a que salga de ésta para que nos dé sus razones", explicaba Ángel.

Como todos los días

Evangelina salió el martes de casa, tan tranquila como todos los días, hacia el ambulatorio que está en su mismo barrio, la Ciudad de los Ángeles. Besó a sus dos hijos y se despidió del marido. Él la esperaría para irse a Extremadura todos juntos a pasar la Semana Santa. En vez de regresar a casa, fue hacia la calle de Marcelo Usera y entró en un banco en el que nunca antes había entrado. "Es todo tan raro", comentaba su hermana Soroya. "¿Por qué le dio por ir a Usera, que nunca va? ¿Y por qué 800.000 pesetas si no le hace ninguna falta, y sabe que si le hiciera nos tiene, gracias a Dios, a su madre y sus hermanas, que podemos dejarle lo que nos pida?".

La madre de Evangelina y el marido de ésta repetían decenas de veces: "Pregunte usted en el hospital Doce de Octubre por ella y sabrá quién era. A todo el mundo le hacía favores, y por todo el mundo se desvivía. La gente tenía que quererla a la fuerza. Y sus hijos no le han dado ningún problema".

"Ella sólo ha ido una vez al bingo en un año", explicaba una cuñada. "Muchos fines de semana nos quedamos en casa y nos dan las cuatro de la madrugada jugando mil pesetas a las cartas, ésa era su diversión y la nuestra". Todos los familiares esperan que Evangelina pueda sobrevivir al humo ingerido, que se sumó en los pulmones al que ya almacena como fumadora empedernida.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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