En Fuenlabrada también se escriben cartas de amor
Lo de plasmar la pasión por escrito aún estila. Rosa María Predomingo, economista de 38 años, consiguió ayer el primer premio, dotado con un viaje por valor de 325.000 pesetas, en el certamen de Declaraciones de Amor organizado por el Ayuntamiento de Fuenlabrada (165.000 habitantes).El jurado, compuesto por miembros del Ayuntamiento, tuvo en cuenta la calidad literaria de las obras y la originalidad. Algunos de los más de quinientos participantes se quejaron porque pensaron que el certamen era sólo para aficionados. "Deberían haber establecido categorías; no se puede competir contra gente con experiencia", protestaba Yolanda Vega, de 22 años. "Es un certamen abierto", se justificaba el supervisor del concurso, Miguel Rodríguez.
La galardonada no es novata en estas lides y es miembro del taller literario de la Librería de Mujeres de la calle de San Cristóbal. Su carta, titulada Hasta la cumbre, tiene "carácter póstumo" y relata la ascensión hasta la laguna de Peñalara de una mujer. Su mayor identificación del amor es "integrarse en la montaña, hasta lo último, con la persona a la que ama", pues lleva consigo las cenizas de su amante. El texto, sentido e intimista, contiene frases como: "En el silencio de la cumbre, distingo entre torrenteras, como a borbotones, tus palabras: 'no estés triste, mi amor, sigo a tu lado".
El segundo premio se lo llevó Nora Viviana, una escritora argentina de 45 años, que cumple en régimen abierto, cuatro años de condena por tráfico de drogas. Es miembro de la Escuela de Letras que dirige el escritor Alejandro Gándara. Su escrito -duro e impresionante- es una declaración de amor a un enfermo de sida. "Me preocupaba que la gente tomara conciencia del problema", comentaba Viviana. Un fragmento: "Es tarde. Ya sé que es tarde. Para ti, para mí. Tu sangre está atardeciendo, tú estás atardeciendo... Mi amor, y cómo me duele que sea tarde".
La medalla de bronce fue para Luis García, profesor de literatura en Puertollano (Ciudad Real) y asiduo a los premios literarios. Su carta -la más convencional de los tres- evoca un amor infantil. Y dice cosas como éstas: "Lucías en tus cálidas mejillas una densa alegría inagotable, y tus pasos, como sonoros aldabones, llamaban a mi puerta noche y día, como una incontenible sinfonía (Albinoni, sin duda, en primavera) que dispersaba la emoción radiante".
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