El pacto peronista-radical garantiza la reforma de la Constitucion argentina
Nuevamente bronco y tragahombres, el diputado Aldo Rico compareció en Santa Fe advirtiendo que lo hacía como hombre de armas. "Soy un soldado y estoy aquí con la cara pintada para decirle no al pacto", se engalló el ex teniente coronel golpista en un plenario de la Asamblea que debate la nueva Constitución argentina. Peronistas y radicales aguantan la ofensiva trabucaire de Rico y el acoso de quienes se manifiestan contrarios a las enmiendas acordadas por el presidente, Carlos Menem, y el anterior gobernante, Raúl Alfonsín, en el Pacto de Olivos.
Las sesiones de trabajo del foro de Santa Fe comenzaron el 25 de mayo, y desde entonces se han sucedido en el estrado más de 150 tribunos: unos empecinados con el betún, Dios, el camarada, la patria y el Ejército; muchos más, garantes de un compromiso claramente oportunista, pero modernizador, de respetarse en su letra y espíritu, y otros empeñados inútilmente en votarlo punto por punto. "No les vamos a pedir que ahora cambien el contenido de la reforma. Queremos que nos dejen perder como hay que perder", declaró Carlos Alvarez, cabeza de fila del izquierdista Frente Grande y nueva revelación política. "No voy a aceptar que no tiren por la cabeza las mayorías".El acuerdo constitucional entre Menem y su antecesor en el cargo, que a la Unión Cívica Radical (UCR) le costó en abril uno de sus peores resultados electorales, establece, en su bloque fundamental, mandatos presidenciales de cuatro años con una sola reelección, la figura del primer ministro, una segunda vuelta cuando ningún candidato a la jefatura del Estado alcance en la primera el 45% de los votos, alteraciones sustanciales en el funcionamiento de la judicatura, limitación de los decretos de necesidad y urgencia y control de la Administración pública por el Congreso.
La imposibilidad de modificar el contenido de ese "núcleo de coincidencias básicas" estimula las intervenciones de protesta de una oposición que, al no contar con escaños suficientes para evitar la incorporación del conjunto de cambios a la Carta Magna, trata de hacerse notar metiendo ruido. Sometidas las sesiones al escrutinio de la prensa nacional, y a menos de un año de los comicios presidenciales, se anuncian gratis estrategias magníficas, lances tremendistas y desplantes o disparates ajenos al carácter del encuentro. Los partidos regionales acudieron a la justicia ordinaria buscando amparo ante el rechazo de peronistas y radicales a la revisión de un pacto encomiable en el enunciado de intenciones.
El obispo de Neuquén, Jaime de Nevares, diputado del Frente Grande, abandonó definitivamente la Asamblea denunciando que la reforma nació viciada porque fue redactada en secreto y se blindaron puntos cuya esencia debieron acordar las instituciones. "Esta convención es un mamarracho", declaró el prelado, a quien un sabueso amigado con el ladrido militar más ronco impi4tó embozo: "Aunque vaya de rodillas de la pampa a la Patagonia, este obispo no me podrá convencer de que no es comunista".
Nadie convence a nadie
Entre Rico y el dimisionario monseñor de los pobres se mueve el resto de los 305 constituyentes asistentes a una reunión de 14 comisiones, 90 días de duración y un plantel de primeros espadas. De momento, nadie convence a nadie. La legalidad y la legitimidad, se contraponen en los discursos, y desde el bloque peronista-radical son reprobados como irresponsables o necios los cargos de contubernio, farsa o silenciamiento argumentados por las minorías.Eduardo Menem, hermano del jefe del Ejecutivo y presidente de la Asamblea Constitucional, salvaguardó con vehemencia en la Asamblea el documento de Olivos porque, en su opinión, revela cómo dos hombres pueden superar sus diferencias cuando están en juego los intereses del país. "¿Cuántas veces se habló sobre el avance del poder ejecutivo sobre los otros poderes? ¿Cuántas veces se dijo que había que equilibrar los poderes? De eso trata el núcleo de coincidencias básicas. Es un nuevo equilibrio que limita el poder del Ejecutivo y fortifica el del Judicial y el del Legislativo. Por eso, la opción es aceptarlo o rechazarlo en su conjunto, porque es una nueva ecuación de poderes".
Raúl Alfonsín, cuya jubilación reclaman notables de su partido que tildan de excesivamente dócil su hermanamiento político con el peronismo, justificó a su vez la firma del Pacto de Olivos. "¿Cómo se puede decir alegremente que con este pacto vamos a incrementar el poder del oficialismo? Hay más de 200 decretos de necesidad y urgencia a los que era necesario ponerles un freno. Sabíamos que íbamos a pagar un precio, pero no tan alto como el que pagamos. (...) Insisto en que íbamos rumbo a la colisión, porque había una decisión del justicialismo de provocar la reelección [de Menem] y otra de la UCR de no permitirlo".
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