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El Numancia cae de Pie

El Barca tuvo que remontar un gol inicial de u n equipo soriano muy aplicado

Àngels Piñol

Cayó el primero, el segundo, el tercero y se creyó que habría una goleada. Era previsible': media un universo entre un modestísimo equipo de Segunda División B y otro que presume de ser de los más potentes de. Europa y que en cuyo campo casi cabría la población de Soria multiplicada por dos. Pero el Numancia, que consiguió un marcador más que digno, logró algo que sus jugadores ni siquiera soñaron. Tener virtualmente eliminado al Barça durante 18 minutos, el tiempo que medió entre el gol de Barbarin y el que, lleno de rabia y coraje, marcó Kodro.El Numancia petrificó durante 20 minutos el Camp Nou para la locura de los casi 15.000 sorianos que estuvieron en Barcelona y para su provincia entera. Y causar cierto desasosiego en los inicios de la segunda mitad. Seguramente, les mereció la pena a los seguidores numantinos recorrer los 500 kilómetros que median entre las dos ciudades para poder palpar la gloria.

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La eliminatoria constató una vez más que no le van al Barca los partidos con equipos clara mente inferiores. Tropieza ante el Mérida, ante el Rayo y ayer empezólaciéndolo ante los so rianos. Parece que solo emerge cuando tiene un rival que puede tratar de tu a tu, como le ocurrió hace solo cuatro días ante el Madrid.

Algo debió pasar por la mente de los hombres de Cruyff cuando en el calentamiento previo al partido los gritos de los aficionados castellanos parecían inundar el estadio. Salieron los azulgrana al césped hechos un manojo de nervios. No solo ellos fueron los culpables de tanto desaguisado. Cruyff inventó algo extrañísimo: colocó una línea de tres defensas, Popescu de medio centro, Nadal muy adelantado y óscar de delantero centro. Kodro y Moreno quedaron de media punta. Otro Barça.Mientras los azulgrana intentaban encontrar su sitio en el campo, el Numancia superó el tan tatareado miedo escénico y se asentó bien en el Camp Nou. Ni pareció impresionarles el campo ni parecieron cansarles las dimensiones del estadio. Murillo no tardó ni un minuto en lanzar su primer remate contra la portería de Busquets y Barbarin, cuatro minutos más en enviar un balón hasta el fondo de la portería. Todo un símbolo: logró que Sergi, posiblemente el futbolista azulgrana más en forma de esta temporada, perdiera un balón en el córner, se dribló a media defensa y, solo, batió tranquilamente a Busquets. El Camp Nou se quedó mudo. Muchos debieron restregarse los ojos para ver si aquello podía ser cierto. El Numancia estaba, en ese momento, clasificado. La lo cura soriana, en la grada y en el palco, se adueñó del Camp Nou.

El Barça, desconcertado, se sumió en una profunda crisis de juego y de ideas. No encontró huecos ni generó ocasiones y estuvo a merced de los contraataques del equipo de Lotina. Prácticamente ni disparó a puerta. Iván de la Peña telegrafió pases que no encontraron destinatario hasta que uno tropezó en un defensa y cayó en los pies de Kodro. El bosnio, redimido y liberado tras los dos goles que marcó a Buyo, no perdonó. Era el minuto 23 y las cosas parecian volver a su sitio. Luego Óscar (m. 26) y Nadal (m. 35) despejaron las dudas y el fantasma de la catástrofe.

El guíon indicaba que el Numancia acusaría el cansancio fisico en la segunda mitad, que el partido estaba ya bendecido. Pero los sorianos salieron a por todas y fotocopiaron su actuación de los instantes iniciales del partido. Barbarin, Quique Alonso y Artigas tuvieron en sus manos superar a Busquets. El Barça, desdibujado, se transformó en un esperpento. No fue capaz de imponer ni su orden ni su ley. Cruyff intentó que Prosinecki introdujera por la banda izquierda algo más de chispa, pero dio alarmantes muestras de pasividad. Fue el fútbol del los despropósitos. Kodro no tuvo suerte en los remates e Iván logró en un par de ocasiones dirigir contraataques que no pudieron transformarse en el marcador. Cruyff dijo tras el encuentro del Madrid que no sería un paseo eliminar al Numancia. No se equivocó. El Camp Nou despidió a los numantinos con una atronadora ovación.

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