_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La voz hecha luz

Ella Fitzgerald era la última superviviente del triunvirato completado por Billie Holiday y Sarah Vaughan, las tres voces femeninas más importantes del jazz. Frente a la amarga ironía y profundo sentido dramático de Billie, y al apabullante virtuosismo técnico y expresivo de Sarah, Ella proponía una voz luminosa y vital, eternamente joven y pletórica de swing; siempre dejaba un resquicio al optimismo, aunque la canción contase la historia más sombría y desesperanzada.Entre su primera grabación con la orquesta del entrañable batería Chick Webb en junio de 1935 y la última en 1992, media una impresionante serie de discos considerada como una de las más valiosas y sin duda la más larga firmada por un artista popular: un personaje de Guinness en cantidad y calidad. Nunca intentó comercializar su música, pero vendió más de 25 millones de discos, cifra sólo comparable a las alcanzadas por algunas estrellas del pop. Su exhaustivo repaso al cancionero de Cole Porter, George Gershwin, Irving Berlin y otros emblemáticos compositores populares, reeditado hace tres anos en un colosal estuche, supone un jalón trascendental de la música norteamericana y una referencia ineludible para cualquier vocalista que pretenda enfrentarse a este exigente repertorio con un mínimo de rigor.

Más información
Muere a los 78 años Ella Fitzgerald, la última gran voz femenina del jazz
La suma sacerdotisa de la canción

Los seguidores de su faceta estrictamente jazzística guardarán ahora con redoblado cariño aquellas celebradas grabaciones en directo de Berlin o los exquisitos dúos con los pianistas Ellis Larkins y Paul Smith. Escucharla cantar Black coffee junto a este último constituye una experiencia inolvidable y casi, casi obligatoria.

Se la escuchó por última vez en España el 19 de julio de 1983, en la 7ª edición del Festival de Jazz de Vitoria. A sus 65 años seguía encarnando a la antidiva, humilde y perfeccionista, como si todavía no estuviera muy segura de sus portentosas cualidades vocales. Su voz danzaba ante la audiencia con la agilidad propia de una adolescente, la misma que confirió en los años treinta dignidad artística a una canción tan trivial como A tisket a tasket: un milagro.

En julio de 1990 debió suspender el concierto previsto en el Festival de La Haya. Su frágil salud empezó a lanzar señales de alarma, y a principios de 1993 el promotor Norman Granz anunció el temido final artístico. Quienes han convivido con ella estos últimos años han relatado asombrados la entereza de ánimo de la cantante: prácticamente ciega y recluida en una silla de ruedas, aún agradecía el don de una voz maravillosa y una sensibilidad expresiva sin fondo.

Iba para bailarina, pero la fortuna nos regaló una infatigable y lúcida modeladora de palabras en el espacio. El guitarrista Barney Kessel lo explicó mejor que nadie: "Su vida era una canción".

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_