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Reportaje:

El regreso de Olazábal

Después de año y medio de dolores, depresión y cojera, el golfista español vuelve a competir

Carlos Arribas

Ya antes de decirle a su representante, Sergio Gómez, que fuera arreglando los papeles para el visado a los Emiratos Árabes, José María Olazábal, de 31 años, era un hombre nuevo. "Lo bueno no es que pueda volver a jugar al golf", le confiaba a un amigo. "Lo mejor es que puedo andar normalmente. Esto es calidad de vida". Sí que lo ha tenido que pasar mal el gran golfista español durante los dos últimos años de infierno para sentirse feliz haciendo simplemente lo que la gran mayoría de la gente: andar.Lo del golf, entonces, es un añadido, una guinda que le reintegra en su mundo de toda la vida. Y lo de su participación en el Open de Dubai a partir de hoy hasta el domingo -si pasa el corte de mañana- es un birdie en el 18, los 18 meses que ha estado sin competir desde que en septiembre de 1995 participó en el Lancôme, cuando era noveno del mundo, y anunció que no iba a formar parte del equipo europeo en la Copa Ryder. Aquella decisión puso punto y final a un año en que su figura renqueante y animosa había estado intentando mantener el nivel por los campos de todo el mundo. Aquel día, el dolor debió de ser más insoportable de lo habitual.

Todo empezó poco después de ganar el Masters de 1994. El dedo gordo de su pie derecho era más largo de lo normal y le creaba problemas y dolores. A principios de 1995 decidió pasar por el quirófano para que le cortaran el hueso y le devolvieran al dedo su longitud normal. Entonces empezó a cojear. Al principio pensó que era lo normal, hasta que se recuperara de la operación. Competía cojeando, y después de cada ronda, en la habitación del hotel, metía el pie en hielo para reducir la inflamación que se le producía. Pero todo fue de. mal en peor. Cada vez le era más difícil aguantar simplemente en pie. Empezó a visitar médicos. Y en Estados Unidos le diagnosticaron artritis reumática, una enfermedad degenerativa. Se veía en silla de ruedas a los 30 años. Fue el comienzo de la depresión.

Empezó 1996 con una continua rumorología. No sólo se especulaba con los tratamientos que seguía -quimioterapia, homeopatía, curanderos- o su fecha de regreso -la próxima semana o, si no, la siguiente... o la siguiente... También surgieron y se publicaron rumores malintencionados sobre su verdadera enfermedad:, cáncer, sida...Olazábal se encerró en su casa de Hondarribia -paparazzis en la puerta en busca de morbo- y cerró su boca. "Quiere sentirse como Bobby Fisher, un ermitaño", explicaba su representante.

Quería vivir solo su infierno. Del sofá para ver la televisión a la cama para dormir. A veces tenía que ir arrastrándose al cuarto de baño. Aunque nunca perdió su talento de gran golfista -daba golpes hasta sentado y colocaba la bola donde quería-, la pregunta que se hacía no era si volvería a, ganar torneos, sino, mas simple, si volvería a andar alguna vez.

El sí le llegó después de un encuentro afortunado en septiembre con un jugador alemán que le recomendó la consulta del doctor Hans Wilhelm Müller Wolfarth. Este médico no sólo le diagnosticó una enfermedad curable -un problema de pinzamiento en la columna vertebral-, sino que le indicó una terapia -masajes, gimnasio, correr- que funcionó. Medio año después, Olazábal puede andar horas y horas. Desde que estoy con, él, todo ha mejorado sin pasos atrás". Y también jugar al golf.

Su travesía del desierto culminada, Olazábal, ahora 225º del mundo, llegó el lunes a un campo en medio del desierto. Su llegada a Dubai fue todo un acontecimiento. La conferencia de prensa que ofreció, multitudinaria. "Estoy más ansioso que nervioso", fue su autodiagnóstico. Sólo el poder estar aquí es una bendición. Aún me duelen un poco los pies, pero el dolor es soportable. Mi mayor objetivo es olvidarme de los últimos 18 meses".

Los golfistas son lo más individualista y competitivo que hay, y por eso valoran como nadie el esfuerzo personal para superar una situación desgraciada. Públicamente le dieron la bienvenida a su mundo, aunque por unos momentos la atención no estuviera centrada en el ego de los Norman, Montgomerie y compañía. "Me alegra muchísimo verle andar normalmente", dijo Ballesteros.

Y hasta Montgomerie, el hombre que ha sido número uno de Europa en su ausencia, se, mostró efusivo: "Le hemos echado muchísimo de menos. Es magnífico poder volver a verle".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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