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La división de la oposición favorece al presidente Moi en las elecciones de Kenia

Kenia se enfrenta hoy a unas elecciones decisivas. Su presidente, Daniel Arap Moi, de 73 años, se presenta a la reelección con el objetivo de seguir en un puesto que ya ha ocupado con mano de hierro desde 1978. Se trataría de su último mandato legal, porque la Constitución le prohíbe ser candidato de nuevo. La ausencia de unidad en los grupos que forman la oposición -se presentan hasta 14 candidatos- favorece las expectativas de éxito de Moi. Las encuestas le dan ganador.

Este país africano no tiene tradición en institutos demoscópicos. Los comicios de hoy son los segundos multipartidistas en toda la historia de Kenia. Los primeros, en 1992, estuvieron plagados de irregularidades y denuncias de fraude. Las encuestas publicadas anuncian una victoria de Moi con más del 40% de los votos válidos. El segundo candidato con más posibilidades es el antiguo vicepresidente del país y líder del Partido Democrático, Mwai Kibaki, que se queda en la mitad, con un 20%. Sólo la presencia de Charity Ngilu, del Partido Social Demócrata, ofrece una brizna de emoción. Se trata de una mujer, una empresaria sin experiencia política, que ha realizado una excelente campaña. Podría ser la verdadera sorpresa. Su mensaje ha sido claro y directo: 'No a la corrupción', uno de los cánceres de la Administración.El presidente, seguro de su victoria, cerró ayer la campaña en el valle del Rift, en Naivasha, su provincia de origen. Allí, ante unas dos mil personas, prometió empleo y acabar con la corrupción de su Administración. "Estoy muy tranquilo... ganaré", dijo a los periodistas. Pese a ello, cada vez que saludaba a uno de sus incondicionales, Moi le decía: "No se olvide de votar por mí".

Su rival, Kibaki, encaramado en una tribuna en el parque Uhuru, en Nairobi, proclamó ante 10.000 enfervorizidos seguidores: "Todo termina, los kenianos lo sabemos muy bien ( ... ) Y ya es tiempo de que Moi termine también".

Hay miedo a que los resultados sean alterados. Pese a la vigilancia de más de 28.000 voluntarios independientes y de algunos observadores extranjeros, la oposición, que una vez más ha sido incapaz de presentarse unida, apunta al presidente de la Comisión Electoral como el personaje clave en las próximas horas. Samuel Kivuitu es un hombre de Moi, nombrado por él hace poco más de un mes.

En la mente de todos están los gravísimos incidentes de este verano en Mombasa y otras localidades de la costa, todas ellas de gran atractivo turístico, la primera fuente de divisas de Kenia. En agosto perdieron la vida 48 personas. En septiembre, 19. Ayer hubo otros tres fallecidos en actos de violencia al oeste del país.

Fuentes diplomáticas occidentales temen que de la disputa de los resultados de estos comicios puedan surgir nuevos disturbios. La policía está preparada. Miles de agentes están de servicio para dar seguridad a cada uno de los 12.754 colegios electorales y a los principales puntos estratégicos del país.

Moi no sólo debe ganar (en primera vuelta), sino que debe confiar, además, en que su partido, Unión Nacional Africana de Kenia (KANU) controle la nueva cámara de 210 escaños. En la anterior legislatura tenía 188. (Hay otros 10 escaños de libre designación por parte del presidente).

El peligro que Moi desea esquivar es la segunda vuelta. Para evitarla dentro de 21 días, debe obtener el 25% de los votos en cinco de las ocho regiones del país.

Moi es el último dinosaurio de los líderes históricos de África. Con Julius Nyerere (Tanzania), retirado en su casa; Kenneth Kaunda (Zambia) en prisión o Mobutu Sese Seko (Zaire), muerto en el exilio este año, Moi queda como el último de los grandes dictadores, o de los presidentes autoritarios, que se resisten a dar paso a la democracia. El problema principal de Kenia, un país azotado también por el conflicto tribal, es que no hay alternativa fiable a corto plazo. La inversión extranjera que se fue este año espera una excusa para regresar a este lucrativo paraíso africano.

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