La protesta de los parados tiene cada vez más apoyo en Francia
Siguen siendo pocos, pero cada vez más populares. Ayer, en toda Francia, la tercera jornada nacional de lucha de los parados no debió movilizar a más de 50.000 personas. En París desfilaron entre 8.000 y 20.000 detrás de unos carritos de la compra vacíos y con los que reclamaban un aumento inmediato de 1.500 francos (37.500 pesetas) de las ayudas sociales.
El Gobierno sigue yendo a remolque de los hechos, incapaz de detener un movimiento que ha calado entre la opinión pública -el 70% de los encuestados confiesa sentir simpatía por la acción- y que progresa con la segura lentitud de un motor Diesel. El primer ministro, Lionel Jospin, y Martine Aubry, titular de la cartera de Empleo y Solidaridad, después de minusvalorarlo, han querido desarticularlo con pequeñas concesiones, pero cada una de ellas ha reforzado la protesta. "No comprenden que un parado es alguien que tiene ante sí todo el tiempo del mundo", explicaba ayer en París uno de los organizadores de la manifestación.Para Claire Villiers, cabeza visible de la organización Luchar contra el Paro, "no hay que dejar de apretar ahora que empiezan a ceder". En efecto, el Gobierno, con cargo al presupuesto de 1999 y dentro del marco de su ley de "lucha contra la marginación", ha dicho que estudiaría "el aumento de los mínimos sociales". Obviamente, los parados han respondido que no están dispuestos a esperar hasta 1999.
El aumento reclamado de 1.500 francos se traduce, para el Estado, en un gasto suplementario de 30.000 millones de francos en su hipótesis más modesta. Los equilibrios presupuestarios peligran y Maastricht se aleja del horizonte. Pero ése no es el único problema. Pagar 4.000 francos al mes (100.000 pesetas) a quienes ya no tienen derecho a subsidio de desempleo o a un contrato basura equivale a devaluar aún más estos últimos. El subsidio sería más alto que algunos sueldos.
La izquierda plural gobernante vive su primera crisis. Comunistas, ecologistas y radicales respaldan a los parados. Los socialistas prefieren hablar de la mayoría de la izquierda" en vez de su pluralidad. Robert Hue, el líder comunista, dice que los parados son "un estímulo para la izquierda". Desde la derecha, el gaullista Philippe Séguin ha encontrado la fórmula para definir la cacofonía del Ejecutivo: "La izquierda plural es una federación de esquizofrénicos".
Las futuras elecciones regionales del próximo marzo han acentuado las diferencias entre los socios del Gobierno. Comunistas y ecologistas habían tenido que aceptar privatizaciones parciales, ampliaciones de aeropuertos criticadas o la ortodoxia monetaria. Actualmente, en París también, las huestes comunistas y de los Verdes desfilan para pedir un referéndum sobre el euro y en nombre de la defensa de la "soberanía nacional". Los socialistas contemplan impotentes cómo sus aliados, amparados tras el drama del desempleo -3.110.000 parados en toda Francia-, se presentan como defensores de los más desfavorecidos.
Varios altos cargos socialistas no han dudado en denunciar al Partido Comunista, acusándole de practicar un doble juego. En el mundo sindical, la situación se repite. Las centrales CFDT (reformista) o Force Ouvrière (muy implantada entre los funcionarios) denuncian la instrumentalización que se hace de los parados y se niegan a desfilar junto a los militantes de la CGT (filocomunista).
La recuperación de la economía francesa es incipiente, y el experimento de la semana de las 35 horas no ha comenzado a aplicarse. Quienes se manifiestan y ocupan locales desde el pasado 11 de diciembre son sobre todo aquellos que saben que para ellos no hay lugar dentro de esa recuperación.
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