Victoria de guante blanco
El Atlético se dedicó a jugar y tumbó por fútbol a un Alavés excesivamente agresivo
El Atlético, al fin, disfrutó jugando. Y probablemente de eso se trataba, de gustarse y dejarse llevar por la calidad que aún queda dentro de este equipo. El mensaje lanzado tras el terremoto de Mallorca iba en la dirección contraria. Se apeló a la garra, la lucha y todas esas cosas como factor corrector, como única medicina posible para combatir al Alavés, un ejemplo del músculo y el sacrificio. Pero el Atlético no se impuso a empujones -al contrario, cobró de lo lindo-, sino jugando. Con el sistema en un segundo plano, como ayuda, y dando un papel preponderante al balón y las maniobras de ataque.Tuvo el Atlético, eso sí, la decisiva ayuda de un gol rápido. La mejor noticia posible para un equipo que entraba al partido con urgencias, después de una semana tortuosa. Y el peor suceso para un rival limitado, cuya principal y casi única virtud es el esfuerzo generoso. Con un gol en contra a los siete minutos, los partidos dejan de tener sentido para el Alavés, un equipo construido en exclusiva para sacar provecho de su defensa y su presión asfixiante, para tener paciencia y encontrar un filón en la desesperación del adversario. Un grupo sin lírica ni recursos ofensivos para levantar desde la normalidad un marcador en contra.
ATLÉTICO 3 - ALAVÉS 0
Atlético: Molina; Serena, Torrisi, Chamot, Toni; Jugovic, Bejbl, Valerón (Correa, m.86), Lardín; Juninho y José Mari (Roberto, m.66).Alavés: Kike; Alfonso (Gañán, m. 39), Berruet, Karmona, Rocha (Magno, m. 39), Ibon Begoña; Sívori, Gerard, Desio, Pablo; y Canabal (Azkoitia, m.55). Goles: 1-0. M. 7. Juninho abre en profundidad para Lardín, que centra de rosca y José Mari cabecea a la red. 2-0. M. 17. Valerón sale de varios contrarios, centra desde el pico izquierdo del área, y Torrisi, en plancha, marca. 3-0. M.90. Juninho cuelga el balón , Kike no lo agarra y Correa, de cabeza, marca. Árbitro: Carmona Méndez. Expulsó a Jugovic (m.33), por doble amonestación, y a Azkoitia (m.72). Amarilla a Karmona, Rocha, Berruet, Desio, Canabal, Toni, Gañán, 35.000 espectadores en el Calderón.
Pero el Atlético no se encontró ese primer gol, como otras veces. Se lo fabricó, se lo mereció. El tanto de José Mari, en un cabezazo tras una espléndida combinación entre Juninho y Lardín, no llegó siquiera al primer intento. En realidad, fue el premio a la insistencia, la culminación final a una sucesión interminable de ataques con la que los rojiblancos desabrocharon el partido. Marcó José Mari y se acabó el Alavés.
Estuvo autoritario el Atlético, que lució una alineación nueva, construida entre la necesidad -las lesiones de Kiko y Aguilera- y los castigos -Santi y Roberto, por lo de Mallorca, y Mena, por los entrenamientos-. De la revolución salió un equipo bien armado, grande incluso en algunos puntos: en Juninho, que ha ganado en rentabilidad sin perder brillo con su viaje a la delantera; en Valerón, que ayer recuperó su mejor versión, se adueñó del balón y puso a jugar al Atlético; en Lardín, que confirmó los temores de Mané y descosió al rival con sus carreras por la banda, y en Toni, quien, sencillamente inmenso, se ganó el puesto.
Tuvo media hora excelente el Atlético, llena de sentido y verticalidad, contestando la dureza del rival con un juego elegante, de guante blanco, como ignorando a conciencia los consejos de los jefes. Y así, bailando, se apoderó del partido. No habían pasado 20 minutos y el marcador ya lucía un 2-0.
Luego, llegó la expulsión de Jugovic, consecuencia directa de los comentarios de la semana: no porque el yugoslavo hiciera caso a la arenga de las patadas, sino porque Carmona, el árbitro, venía demasiado predispuesto a castigar cualquier insinuación de los rojiblancos en este sentido. El Alavés amagó con venirse arriba, pero esa sensación no tardó en difuminarse: incluso en inferioridad, el Atlético es enormemente superior al grupo vitoriano. Para manejar la desventaja numérica, eso sí, sí le fueron sumamente útiles al Atlético la organización, el orden y la concentración. Es decir, el sistema.
Siguió mandando en el Atlético, en cualquier caso, el buen gusto. Con menos personal, regalando terreno y al contragolpe, los rojiblancos insistieron en dedicar una buena tarde a sus seguidores, que ayer acertaron cuando decidieron poblar más de lo habitual el Calderón. Y la verdad es que se divirtieron. Porque el Atlético, recibiendo todas las patadas del mundo y no dándolas, se fabricó una gran sesión de fútbol. Jugando, cuidando el balón y gustándose, o sea, esta vez como dios manda -y sin acusar la ausencia de Kiko-, el equipo repitió el recado de costumbre: en casa está decidido a ganarlo todo.
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