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Los viejos y los nuevos poetas enseñan la vitalidad de un arte reñido con el dinero

La buena salud de la lírica no permite hablar de una recuperación del mercado de ventas

Amelia Castilla

El poeta Carlos Bousoño (Oviedo, 1923) escribe impulsado por el inconsciente; Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990) había tomado unas copas de más cuando le visitaron las musas por primera vez, y Carlos Barral (Barcelona, 1929-1989) descubrió su vocación lírica mientras leía versos en el colegio. La poesía completa de los tres poetas se ha editado ahora casi al mismo tiempo. Su caso no es una excepción. También en estos días se ha puesto a la venta la poesía completa de Fernando Villalón, Pablo García Baena y Guillermo Carnero, lo que muestra la buena salud de la poesía, pese a que se sigue vendiendo con cuentagotas y a que las tiradas de poemarios no superan la media de los 3.000 ejemplares.

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"Me importa un bledo no ganar dinero con la poesía", protesta Carlos Bousoño. Al final de los años cuarenta, cuando el poeta llegó a Estados Unidos para sustituir a Jorge Guillén en su cátedra de literatura en el Wellesley College, le sorprendió descubrir que "allí sólo importaba el éxito económico". Pero lo que más le duele ahora es que también en Europa el valor crematístico ha sustituido al literario. "El ganar dinero nada tiene que ver con el arte", argumenta el poeta. "La más alta de las artes literarias necesita intensidad, lo que lleva consigo un lenguaje especial". Primera de la muerte (Tusquets) reúne su obra lírica completa (1945-1998), marcada por el entusiasmo trágico. Hasta el último momento, Bousoño corrigió y corrigió los versos de este poemario -"La belleza perfecta nunca se da en el mundo"-, que él define ahora como "la versión definitiva" de su poesía.El poeta clausuró ayer por la tarde en la Residencia de Estudiantes el primer Encuentro de Poesía Europea, que ha reunido en Madrid a poetas como Charles Tomlinson, Francisco Pino, Guillermo Carnero y Valerio Magrelli, entre otros. Horas antes de acudir a la Residencia de Estudiantes, Bousoño aseguraba que la gran poesía no terminó con la Generación del 27, sino que ha continuado con "Pepe Hierro, Paco Brines y Claudio Rodríguez, por citar sólo a algunos de los que no han bajado en absoluto el tono". Su idea es que los poetas son, en general, artistas precoces: "Cada género tiene su edad y su momento" . Según esa teoría, la buena novela se escribe a partir de los 40, y las mejores reflexiones filosóficas, a partir de los 60 años. Como miembro del jurado del Premio de Poesía Loewe, Bousoño tiene un contacto permanente con la lírica de los más jóvenes. Fruto de esa experiencia, el poeta asegura que las nuevas generaciones poéticas son más tardías. "Quizás se deba a que el tipo de poesía que hacen necesita un conocimiento de la vida mayor", argumenta.

Teoría poética

Bousoño, que también es miembro de la Real Academia Española, reconoce que el uso de lo marginal en la composición de versos es una novedad, aunque, a su juicio, todo, desde el lenguaje soez hasta la reflexión más madura, puede entrar en la poesía. Como explorador de la teoría poética, el artista cree que para ser un buen poeta hacen falta cuatro cosas: nacer, hacerse con una técnica, que la visión del mundo de la época permita la gran poesía y que haya vivido una vida que "nos haga sentir los sentimientos propios de nuestro momento".Las cuatro condiciones se cumplen a rajatabla con los miembros de la denominada Escuela de Barcelona. Gil de Biedma, el más mitificado de todos, ha sido publicado por partida doble. "Que la vida iba en serio/ uno lo empieza a descubrir más tarde./ Como todos los jóvenes, yo vine/ a llevarme la vida por delante". La potente voz de Gil de Biedma, rescatada de una lectura en Nueva York por el editor Chus Visor, resuena potente en la antología personal publicada por esa editorial con compacto incluido. El conjunto de su contribución poética (1975-1982), recogido en Las personas del verbo por Lumen, no alcanza el centenar de poemas, aunque el autor compuso alguno más, inéditos algunos o publicados en revistas literarias.

Como su amigo Gil de Biedma, el editor Carlos Barral se ganó la vida con una actividad profesional distinta. Su obra poética, que Lumen reúne por primera vez de manera completa, "ha quedado ensombrecida por su faceta de editor y quizá incluso de memorialista", afirma Carme Riera en el prólogo del libro. La antóloga concluye también que sin su poesía Barral no hubiera sido el que fue".

El mercado

La editora de ambos, Esther Tusquets, conmemora con estos dos volúmenes el número 100 de su colección dedicada a la poesía. "No es un género que atraiga multitudes, pero nunca he perdido dinero con la poesía", reconoce Tusquets, para la que en ningún caso se puede hablar de una recuperación del mercado por parte del lector de poesía. La editora se toma con mucha cautela los titulares que anuncian un aumento espectacular de las ventas cuando se habla de las nuevas ediciones de poesía a precios populares, algunas de las cuales se venden en los quioscos. Su opinión es que ese boom sólo responde a un momento promocional.Las tiradas de poemarios, de entre 1.000 a 3.000 ejemplares, no son nada del otro mundo, pero Yosune García, de la editorial Cátedra, concluye que cuentan siempre con un grupo de lectores fieles a la pasión poética que son los que consumen esta literatura. Cátedra acaba de poner en las librerías las obras completas de José María Villalón y de José Moreno Villa.

"Las antologías personales son para los forofos", concluye Chus Visor, que ya prepara las obras completas de Luis Alberto de Cuenca y para enero tiene previsto reeditar las de Antonio Colinas y Leopoldo María Panero. "El lector ordinario compra mejor las novedades, pero siempre hay motivos suficientes para recopilar las obras completas de un poeta. Se trata de libros que no tienen una venta estacional pero se venden con cuentagotas.

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