"La mía es una Barcelona abstracta"
A Javier Fernández de Castro (1942), autor de siete novelas, (la última, La tierra prometida, publicada por Lumen), se le define como un "autor para autores", en alusión a una prosa limpia y precisa al servicio de un proyecto literario poco dado a componendas. Pregunta. Ésta es una buena fama perjudicial, ¿no? Respuesta. Quizá este premio y mi próxima novela, El cuento de la mucha muerte, ayuden a sacudirme de encima la maldición de la momia que me acompaña desde mis principios. La de que escribo una "prosa oscura y hermética". P. Unos principios bajo el manto de Carlos Barral. R. Alimento para el salto, mi primera novela, salió en un lanzamiento de Barral aprovechando el tirón de los novísimos para extenderlo a la narrativa, en parte también en contraposición al boom latinoamericano. Los novísimos habían logrado escapar a la única alternativa del momento: o realismo socialista o asimilación al franquismo. Pero cuando se supo que Barral quería repetir la jugada con la narrativa, nos estaban esperando y nos vapulearon: los unos, por señoritos, elitistas y escapistas, y los otros, por tontos útiles, compañeros de viaje. P. Hasta hace poco, publicaba una novela cada cinco años; últimamente este ritmo se acelera. R. Tuve que crear un mundo imaginario, empezando por la prosa y siguiendo por el paisaje en el que están encarnadas las imágenes. Ya creado, todo es más fácil. P. En ese mundo tiene mucha presencia la naturaleza. R. Pero no son novelas rurales. La naturaleza está ligada al sistema de producción: como los galgos, animales creados para las carreras... Pero quizá más importante es que mi método es más poético que narrativo; se trata de crear, a partir de un estado de ánimo, atmósferas en que cada situación o peripecia conduce a la siguiente. A menudo descubro lo que les va pasando a los personajes al mismo tiempo que el lector. P. En cuanto al paisaje, ha creado usted una Barcelona sui generis. Por ejemplo, el Poblenou está regado por canales... R. La mía es una Barcelona abstracta, no pretende ser reconocible; es un intento de reunir en un espacio literario las etapas que me han marcado; tiene su centro en el bar barcelonés La Constancia y abarca gran parte de los Monegros.
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