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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Importaciones

Los crecimientos en la audiencia del teatro se deben principalmente a dos fenómenos: uno de ellos es técnico y administrativo, como es la reserva de localidades por teléfono y el pago por tarjeta de crédito: el otro, el de la enorme aportación del género musical, a precios altos y en locales grandes, en la que se suman desde ballets y óperas y zarzuelas a estas revistas de lo que se llama "el musical" por antonomasia: el de Broadway o el de Londres. Yo tengo mi tendencia al teatro de literatura dramática por encima de estos espectáculos: no se porta tan bien, pero también ofrece algunos teatros justamente llenos en estos momentos.Chicago es una revista. La historieta es nula: la rivalidad entre dos criaturas por ser la reina del crimen, en los antiguos tiempos de Chicago, y de tener los mejores titulares de prensa y, por consiguiente, grandes giras de espectáculos por todo el país: con una aplicación de un cinismo básico sobre la farsa de la justicia y de la prensa, de los grandes abogados y de las mismas chicas que matan con entusiasmo y esperanzas. Esta rivalidad tiene, claro, dos protagonistas: Ángels Gonyalons, que ya es tradicional en el género de Broadway en Barcelona, y que alguna vez ha venido a Madrid, y la joven Mar Regueras, que no desentona en absoluto. Digo, para quien le guste este género, esa manera de cantar o de hacer música, y de hablar las cuatro palabras que tiene el texto.

Chicago

Chicago, música de John Kander, letras y canciones de Fred Ebb. Basada en la obra "Maurine Dallas Watkins". Adaptación: Xavier Mateu y Víctor Conde. Versión de temas en castellano: Albert Mas-Griera. Intérpretes: Ángels Gonyalons, Mar Regueras, Juan Carlos Martín, Joan Crosas, Lia Uyá, L. Moncloa, Tomás Alvarez, Fedor De Pablos, Ana María Alcázar, Laura Alonso, Quim Capdevilla, Carles Carrasco, Miguel Cazorla, Elena De Apraiz, Fedor De Pablos, Natalia Delgado, Olga Domenech, Aurora Frías, Bealia Guerra, David Mur, Jesús Pineda, Roma Portoles, Tomás Alvarez, Wendy Williams. Escenografía y vestuario: Pere Francesch. Dirección musical, Xavier Navarro, Arnau Vila. Coreografía, Marry Mcnabb. Director, Ricard Reguant. Teatro: Nuevo Apolo.

El musical perdido

Yo soy de los tiempos de la gran revista americana, de Cole Porter o de Irving Berlin, y me parece que el género ha ido cayendo, a veces si se quiere ascendiendo en calidad -aunque no es éste el caso-; otras, agotándose en sus propios tópicos. Tengo admiración y nostalgia por el gran musical perdido; y en el otro extremo, en el del teatro casero, de la revista debilucha, la del teatro Martín -hoy hundiéndose-, la del Maravillas -ayer lo cerraron: puede caer definitivamente-, o el Eslava -ahora discoteca-.

Sin llegar a Celia Gámez, que dominó el género, docenas y docenas de revistuchas con músicas populares de Alonso, de Moraleda o hasta de Guerrero, repletas de actores cómicos, de chosyes de una desvergüenza controlada, y de vedettes excelentes, hicieron nuestro musical madrileño y catalán; y resulta que yo ahora lo echo de menos viendo este Chicago de tanta fama mundial.

No es que yo crea que se podría hacer una revisión de aquel género menor: se ha intentado en la televisión, con resultados muy dudosos, y hasta la indiscutible estrella del género, Lina Morgan, ha terminado por abandonarlo. Pero entiendo menos la importación de musicales. No es que se hagan mal: he visto algunos espectáculos en Broadway que no tenían la calidad de las versiones españolas, aunque también me ha pasado al revés.

Pero parece que la razón de estas importaciones está clara: el público va, incluso viene a Madrid para no perdérselo, y parece pasarlo bien, como el miércoles lo pasaron en el teatro Apolo. Es una razón que tiene mucho más peso que el que yo me aburra, la orquestación me parezca simple, las voces un poco pobres y la actuación insuficiente. Ah, pero siempre quedan las chicas. Y la verdad es que la revista fue siempre el gran amparo de los viejos verdes. Iban a la primera fila del Martín, y, además, alquilaban gemelos de teatro. Ese valor no se ha perdido.

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