Fútbol
DE PASADAEstá claro que en este país el fútbol lo puede todo. A punto estuvo incluso de abortar el acuerdo entre Izquierda Unida y PSOE para compartir gobierno en el Ayuntamiento de Córdoba. A las 22.00 horas del miércoles estaba previsto el inicio de una reunión entre las delegaciones de ambos partidos con la intención de cerrar el pacto de legislatura. Justo en ese momento, en Cartagena, el Córdoba F. C. se jugaba el ascenso a la Segunda División con la televisión como testigo. Cerca de dos horas estuvieron esperando los socialistas la llegada de sus futuros compañeros, quienes, supuestamente, aunque sólo supuestamente, estaban consultando a esa hora con el consejo local de su partido. Al parecer, la consulta con los dirigentes locales de Izquierda Unida se alargó más de la cuenta. ¿O acaso estuvieron viendo el fútbol? Desde luego a su llegada a la sede del PSOE, a las 23.45, estaban bien enterados del resultado del encuentro. Preguntado al respecto, Andrés Ocaña esbozó una sonrisa, y dijo para adentro, que había mucho que negociar. Quienes no tuvieron problema para festejar el ascenso del Córdoba fueron el alcalde y la alcaldesa, entiéndase bien, el antiguo alcalde y la futura alcaldesa, que en este ínterin no se sabe como llamarles. Rafael Merino y Rosa Aguilar saltaron y botaron en la remozada plaza de Las Tendillas, que en un solo mes ha cogido una solera a prueba de bombas. "Oe, oe, oe, oe.....", gritaban unos y otros, metidos dentro de la fuente o dejándose acariciar los bajos por los chorros instalados en la plaza por Merino. Entre los 10.000 aficionados, porque ahora resulta que a todo el mundo en Córdoba le gustaba el fútbol y tuvo un pariente que jugaba en el equipo hace unos años, estaba el concejal del PP Antonio Cañadillas, que ataviado con su bufanda y trompeta blanquiverdes seguía mortificándose: "Si es que no puede ser, no puede haber pacto, qué más quiere la gente", repetía atento al sonido de la teórica crispación popular, que en aquel momento entonaba ya el Soy Cordobés. Entretanto, e igualmente ajeno a las preocupaciones de Cañadillas, un nutrido grupo de chavales parodiaba delante de un semáforo un anuncio de refrescos. Encendida la luz verde, todos gritaban como locos, llegado el ámbar, silencio absoluto, hasta la vuelta del piloto verde, que provocaba el mayor de los estruendos. Imaginativa que es la gente. ANTONIO FERNÁNDEZ
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