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Tribuna:PATÉ DE CAMPAÑA
Tribuna
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La rumba AGUSTÍ FANCELLI

Áyer me dejé llevar por el síndrome del candidato y asistí a dos mítines a la vez: el de los peperos en el pabelloncete olímpico del Vall d"Hebron y el de los socialistas en el pabellón Sant Jordi, que ya de por sí es un aumentativo desde el momento que dio cobijo a más de 20.000 sujetos. Comparar distintas realidades ayuda a formarse un juicio más subjetivo, que es de lo que aquí se trata. Pues bien, estoy en condiciones de afirmar que en estas elecciones hay un claro triunfador antes de que las urnas canten. Una triunfadora, para ser más precisos y ya de paso más correctos políticamente: la rumba. Ayer, en el pabelloncete en el que actuaba José María Aznar, hizo de telonero un trío que, sobre una cinta de karaoke en plan música-máquina como la del Ibiza rojo que se nos para al lado en el semáforo, estuvo dando marcha al personal hasta reventarle los sesos. Es cierto que esos chicos, que no se presentaron bajo nombre alguno y que algunos desalmados bautizaron inmediatamente como Los chunguísimos, empezaron su velada con todo un clásico de la derecha, el ¡Hey! del Innombrable, pero rápidamente se pasaron a la cosa rumbera e incluso la sintonía del partido -recuerden: tarí, tará, tarirorirá- se puso prontamente palmera.Pues bien, llego al pabellón socialista y ¿con quién me encuentro? Con Peret, el genuino, el auténtico. En ese momento le estaba dando desde el escenario al Catalunya és poderosa, que viene a ser el himno correspondiente del socialismo olímpico. O sea, que no salíamos del género. Si a eso añadimos el pitote de Nou Barris con Los Chunguitos y la demanda que Santi Vendrell piensa poner a CiU por haber permitido que su canción Fem i farem, símbolo del nacionalismo de tiempos pretéritos, se haya puesto flamenca, entonces ya no nos cabrá ninguna duda: la rumba ha sido el gran debate de fondo de esta campaña. Lo demás, puro ripieno. Que ayer Aznar vistiera de estudiante de preu de la Academia Granés, con pullover cerrado azul y pantalones grises, o que González fuera con la corbata aflojada sobre la camisa de marca como si saliera de un vernissage en el Soho, eso, créanme, no tiene la menor importancia.

Por consiguiente, no nos queda sino reivindicar la mejor memoria musical que tenemos al respecto: la de Gato Pérez.

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