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El 'violador de Pirámides' afirma que no podía evitar seguir a las mujeres

Arlindo Carbalho, considerado el mayor violador en serie de la historia de Madrid, aseguró ayer al tribunal que le juzga que un irrefrenable deseo le hacía perseguir en la calle o en el metro a las mujeres por las que se sentía atraído, si bien matizó que no recordaba cómo terminaban esos seguimientos. Arlindo, de 34 años y ex vigilante de Mercamadrid, rompió a llorar cuando su abogado le hizo rememorar sus traumas infantiles.

Conocido como el violador de Pirámides por ser este barrio madrileño la zona en la que cometió la mayoría de sus fechorías, Arlindo prestó ayer declaración en la Sección Cuarta de la Audiencia de Madrid durante más de dos horas. Se enfrenta a una petición fiscal de 20 años de cárcel como supuesto autor de 43 violaciones, aunque, cuando fue detenido, confesó 140 ataques sexuales a mujeres. Su detención, en enero de 1997, supuso un alivio para la Brigada de Delincuencia Sexual de Madrid, a la que tuvo en jaque durante ocho años.El fichero policial aumentaba inexorable con casos de mujeres que decían haber sido violadas por un hombre que las abordaba a la salida del metro, les ponía una navaja en el cuello y les decía: "Si gritas, te mato". Luego, para disimular ante los transeúntes, pedía a sus víctimas: "Agárrame por la espalda, como si fuéramos novios". Una vez en el descampado, las violaba y robaba sus pertenencias.

El juicio contra Arlindo, casado y padre de dos hijas, lo inició la secretaria del tribunal, que relató, uno por uno, los 43 ataques sexuales y robos que le atribuye el fiscal y que, a juzgar por su contenido, revelan una frialidad extrema. En una ocasión, según el fiscal, raptó en un aparcamiento a una madre y a su hija, las amenazó con la navaja y les ordenó subir al coche de ambas. Las llevó hasta un descampado de Alcorcón y una vez allí metió a la madre en el maletero, tiró al suelo a la hija, menor de edad, y la violó sin importarle los lamentos que salían del maletero.

También violaba, supuestamente, en ascensores. Precisamente, fue detenido tras intentar agredir a una menor con la que se subió en un ascensor. La chica no se fió de su acompañante y, en un descuido, salió corriendo del ascensor. Arlindo también salió precipitadamente del montacargas, pero ese sería, según el sumario, su último delito sexual. La menor se escondió en una esquina, anotó la matrícula del coche en el que se marchaba Arlindo y le denunció a la policía. Sus otras víctimas le reconocieron de inmediato tras ver su fotografía.

"No soy de piedra"

"¿Qué tiene usted que decir de todo lo oído [del relato de hechos leído por la secretaria del tribunal]?", le preguntó ayer el fiscal, Justino Zapatero, en el juicio. "Me encuentro como si estuviera en un plaza en la que están tirando bombas; yo no soy de piedra, tengo hijas, y siento dolor". "¿Pero ha participado usted en esos hechos?", insistió. "Que yo sepa, no", respondió el acusado.El fiscal le inquirió después sobre sus sucesivas declaraciones, ante la policía y los jueces, en las que admite ser el autor de decenas de las violaciones que se le imputan. Al respecto se defendió así: "Si firmé fue por la situación en la que me hallaba: detenido, con mi mujer a punto de dar a luz. Me dijeron que si reconocía las violaciones me dejarían verla y firmé todo lo que la policía me puso delante".

Matizó, no obstante, que él nunca ha admitido haber atacado a 140 mujeres. "Quiero que alguien me diga cuándo he dicho yo eso. Sólo recuerdo haber seguido a mujeres, nada más". Arlindo confesó que desde niño ha sentido una gran timidez respecto a las mujeres, pero indicó que le merecen "respeto" y que en su ánimo no ha estado nunca hacerles daño. Admitió que, aparte de los seguimientos, también ha efectuado llamadas telefónicas, lo que atribuyó a una especie de adicción, "como quien juega a una máquina recreativa", dijo, " y termina enganchado".

¿Ha tenido usted algún problema sexual?, le preguntó el fiscal en otro momento del interrogatorio. "No sé. Según he leído en la prensa", repuso con ironía, "a los 18 años le toqué el pecho a una chica de mi pueblo".

Su abogado, Carlos de la Cruz, de oficio, reclama su absolución, si bien perfilará su línea de defensa en función, explicó ayer, del desarrollo del juicio, que proseguirá hoy con las declaración de parte de las víctimas.

En el juicio interviene como acción particular la abogada Carmen Roney, de la Asociación de Asistencia a Víctimas de Violaciones. Esta asociación pide al tribunal, que preside Pilar Oliván, que Arlindo sea condenado a más de 400 años de cárcel por las 43 violaciones que el juez instructor cree haberle probado. El fiscal le pide sólo 20 años de cárcel porque éste es el tope de prisión que impone el nuevo Código Penal, que resulta más favorable para Arlindo.

Arlindo Carbalho: "Cuando era joven me sentía inferior a las chicas"

El lenguaje de cierta arrogancia e ironía que empleó Arlindo Carbalho al comienzo del juicio -"señoría", dijo a la presidenta del tribunal, "me niego a declarar si los periodistas me hacen fotos"- se tornó quebradizo hasta romper en llanto cuando su abogado sacó a relucir el miedo que despertaban en Arlindo las mujeres desde su infancia, sus traumas infantiles y las tensas relaciones que mantuvo con su padre, un alcohólico que llevó a su familia con mano férrea.El abogado de Arlindo, Carlos de la Cruz -que le ha sido designado de oficio-, le hizo ayer preguntas que agujerearon la parte más íntima de la mente del acusado. Algunas se negó a responderlas. Le preguntó, por ejemplo, por el problema que sufre en un testículo (más pequeño que el otro). "Desde pequeño tengo esa lesión. Ahora ni me importa, pero antes, me impedía psicológicamente tener una relación normal con una mujer". ¿Qué sentía cuando seguía a las mujeres", inquirió su abogado. "No sé, angustia, ansiedad, presión...". ¿Y cómo terminaban esos seguimientos: "No lo sé. Recuerdo que de pronto me veía solo en una calle, rodeado de gente, y que no recordaba nada". Tras admitir que de niño se sentía muy unido a su madre, el letrado le preguntó: "¿Cómo influyó su infancia en su sexualidad?". "Yo no he desarrollado una sexualidad como una persona normal. Nunca salí con chicas, siempre iba con amigos. Muchas veces me habría gustado acercarme a una chica y decirle, oye, me gustas, pero, no sé, sentía miedo y no era capaz de hacerlo".

"¿Qué piensa de las mujeres?", preguntó también el letrado. "Cualquier mujer me merece respeto; yo soy padre, marido y, ante todo, persona. La mujer no es un objeto".

"¿Teme usted a las mujeres?", siguió el letrado. "No sé, quizás las he temido". ¿Y a qué tenía miedo? "No sabría valorarlo. Ahora no, pero entonces quizá me sentía inferior". Según tiene declarado en el sumario, sus amigas de la infancia se reían de él llamándole "Arlindo relindo".

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