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Las elecciones más caras de la historia

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos se luchan a golpe de talonario. Para existir políticamente y correr la primera etapa del maratón hacia la Casa Blanca, un candidato necesita poner al menos 15 millones de dólares (unos 2.550 millones de pesetas) sobre la mesa. Tras dos meses de campaña, el vicepresidente Al Gore y el gobernador George Bush ya se han gastado el doble, en lo que prometen ser la primarias más caras de la historia. En la carrera por el dinero hay pocos límites y escasa legislación. En estos últimos días los dos candidatos favoritos han sido acusados de rozar el límite de las leyes federales que controlan la financiación de los partidos. La visita de Al Gore a un templo de monjas budistas de California se transformó en 1996 en símbolo de las dudosas prácticas recaudatorias de los demócratas en la campaña que aseguró un segundo mandato al presidente Bill Clinton. El pasado jueves, una de las participantes en aquel acto electoral, Maria Hsia, fue hallada culpable de un delito de financiación ilegal por una suma de 100.000 dólares. La noticia pasó sin pena ni gloria por los medios.

Los republicanos, sin embargo, tampoco están libres de culpa. Desde hace unos días, los canales locales de Nueva York, California, Ohio y Vermont se han visto inundados de anuncios, patrocinados por una misteriosa agrupación llamada Los Republicanos a Favor del Aire Puro, que criticaba duramente la política medioambiental del senador por Arizona y rival de George Bush, John McCain. La campaña televisiva, que ha costado 2,5 millones de dólares, ha resultado ser la contribución de un millonario tejano, Sam Wyly, amigo personal de Bush. La ley limita en 1.000 dólares las contribuciones personales y en 5.000 dólares las de las agrupaciones políticas.

Últimos centavos

Las primarias de 2000 se están convirtiendo en la apuesta electoral más cara de la historia. Bush, apadrinado por el establishment conservador de Tejas y California, ha roto todos los récords, al conseguir recaudar 70 millones de dólares, una suma que debía cubrir ampliamente sus gastos hasta los comicios presidenciales del 7 de noviembre. Pero la intensidad de la lucha contra su contendiente McCain ha vaciado sus arcas en menos de dos meses. Su rival hace figura de pariente pobre con sus míseros 20 millones de dólares, de los que tampoco quedan gran cosa.

El campo demócrata también se está quedando corto de dinero. Al Gore se ha gastado 26 de los 36 millones de dólares que ha tardado más de un año en acumular, mientras que su adversario, el ex jugador de baloncesto Bill Bradley, está recurriendo al último centavo de sus 32 millones dólares, en una apuesta que tiene todas las de perder.

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