En el elogioso artículo
escrito por Cayetano Ros sobre Claudio Piojo López en el suplemento de EL PAÍS La gran final de París, del 22 de mayo de 2000, el autor se despide del jugador con un entusiasta "¡Adiós, boludo!". Creo que el autor debe haber creído que le hacía un elogio al Piojo, algo así como decirle "¡Adiós, cojonudo!"; pero en el lenguaje de Buenos Aires (lunfardo), lo que le dijo fue: "¡Adiós, gilipollas!".- .
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