Calderón declara como testigo en el juicio por la muerte de un teniente
La declaración del director del Cesid, Javier Calderón, en el juicio por la muerte del teniente Arturo Vinuesa, durante unas maniobras en el Campo de San Gregorio (Zaragoza) en 1992, fue tan breve como inútil. El teniente general, que entonces era director de Enseñanza del Ejército, declaró ayer que su única intervención consistió en firmar el informe que le prepararon sus subordinados, sin ningún conocimiento directo de los hechos. Preguntado por su entrevista con el coronel Vinuesa, padre del fallecido, confirmó su existencia, pero negó que intentase convencerle para que desistiera de seguir adelante con el proceso judicial.
Vinuesa sostiene lo contrario, pero no lo ha declarado en el sumario, ni es lo que se dilucida en el juicio, por lo que el presidente del tribunal declaró impertinente la pregunta, aunque Calderón ya la había contestado. Está previsto que hoy concluya la vista oral que se inició el lunes contra el teniente coronel Cándido Alonso, responsable directo del ejercicio, y el sargento Diego Caballero, autor material de los disparos.
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