'Mi problema es que no sé'
Inquietud entre los subsaharianos por la amenaza de expulsión y recelo ante la oferta de alojamiento de las autoridades
Ellos bailan. En los peores momentos los subsaharianos desalojados el pasado lunes de la plaza de Catalunya sacuden su angustia cantando. 'Éste es el baile de la esperanza, aunque quizá sea el baile final', explica Idriss, de Ghana. El despertar fue tranquilo ayer en la plaza de Ramon Berenguer el Gran. Unos 250 inmigrantes -centenar y medio de subsaharianos a los que se han unido otros tantos magrebíes- pasan allí la noche desde el pasado jueves.
A media mañana el ambiente cambió: un furgón y otros tres coches de la Guardia Urbana llegaron a la plaza. Un oficial les advirtió de que debían marcharse. Marchar de allí es un primer paso hacia la temida expulsión. Lo saben, deliberan. Media hora después, tensa, muy tensa, la Guardia Urbana rectificó: 'Sólo estamos aquí para prevenir', dijo uno de sus mandos. La orden de desalojo no se cumplió y los subsaharianos lo festejaron de nuevo bailando.
Pero el ambiente se caldeaba de a ratos. Había nervios, se veían, casi. Un centenar de inmigrantes celebraron una asamblea. Decidieron desafiar a las autoridades. Un grito casi unánime: 'Nos quedamos aquí'. Saben, porque en los últimos días los representantes municipales se lo han repetido hasta la saciedad, que incumplen las ordenanzas municipales que impiden 'permanecer más de 48 horas' acampando en un mismo lugar. Pero los inmigrantes reafirman sus demandas: alojamiento y papeles 'para todos'.
'Moriremos en Barcelona', gritaba un subsahariano mientras otros aplaudían. 'Estoy preparado para todo. No tengo familia, no tengo nada', explicaba Idriss, que dormía en la plaza de Catalunya desde hacía ocho meses. Los magrebíes que se unieron a los subsaharianos el pasado miércoles apoyan todas las decisiones de la asamblea. 'Queremos papeles', repetían con agudo acento francés.
Tres representantes de la Cruz Roja, que se habían reunido por la mañana con el Ayuntamiento, expresaron su temor ante las consecuencias del traslado al albergue Tiana (Maresme) -decisión tomada anteayer por las administraciones central, autonómica y municipal al margen de los afectados-. 'Quienes vayan a dormir allí deberán identificarse', explicó un portavoz de la entidad humanitaria. La identificación es imprescindible para que la policía pueda deportarlos. 'Queremos que lo sepan, que conozcan el peligro y aceptaremos su decisión', añadió. Los subsaharianos, informados, decidieron rechazar el traslado al albergue.
A todo esto, parecía que nadie se acordara de comer. Cierto que tampoco abundaban las viandas. A las cinco y media de la tarde llegó la primera comida del día, donada por el mercado de La Boquería.
Hasta ese momento, los inmigrantes mataban el tiempo como les sugería su imaginación: unos jugaban a las damas en un improvisado tablero con chapas como fichas, otros charlaban con los turistas y un tercer grupo bailaba y cantaba. Todos esperaban respuesta a una posible reunión con el Ayuntamiento. El encuentro no se produjo. Será, si acaso, hoy a las 12.00. Ayer el consistorio mostro su rostro más duro: anunció repetidamente que se desalojaría la plaza si permanecían una noche más allí.
'No sé donde voy a dormir mañana, no sé si me darán papeles... mi problema es que no sé', explicaba un nigeriano. Y reflexionaba en voz alta practicando su español: 'Si el Gobierno no nos quiere dar papeles es por algo... el problema es nuestro color'. Por los alrededores corría de mano en mano un papel que explicaba en inglés lo que deberían hacer en caso de repatriación. 'Aunque la policía te obligue a viajar, puedes decirle al comandante que no quieres subir al avión. Estás en tu derecho'.
Las organizaciones de apoyo temen lo peor, por eso decidieron convocar a la ciudadanía a concentrarse hoy a las 19.00 en la plaza, junto a ellos. Entrada la noche continuaba sonando un timbal. Era la forma elegida para comunicar la unidad de los africanos: bailando.
Una gran atracción para miles de turistas
El Ayuntamiento de Barcelona procedió a desalojar a los inmigrantes de la plaza de Cataluña, en parte por la mala imagen que de la ciudad daban a los miles de turistas que pasan por uno de los puntos más céntricos. El remedio ha sido peor que la enfermedad: tras una primera noche en el Paral.lel, los inmigrantes, en un número mucho mayor, han acabado junto a un aparcamiento de autocares turísticos, bien es verdad que disminuido por varias furgonetas de la Guardia Urbana. Buena parte de los inmigrantes conservan el buen humor y las ganas de vivir por encima de las desdichas cotidianas, y para combatir las horas y los pesares se dedican a bailar. Y el baile atrae a una cantidad considerable de miradas de los turistas que suben o bajan de los autocares. En la plaza de Ramon Berenguer había ayer, a la hora de máxima insolación, casi tanto espectadores como danzantes. Los inmigrantes subsaharianos bailan, los magrebíes se toman las cosas con más calma y dormitan a la sombra de algún edificio, los turistas participan tomando fotografías, grabando cintas de vídeo. Una de las imágenes de Barcelona que viajará con los visitantes será la de decenas de inmigrantes bailando entre el polvo de la plazoleta, cuyo fondo está decorado con pancartas solidarias y cajas de cartón que han servido de remedo de somier o han aligerado el relente de la noche. El espontáneo campamento, molesto para las autoridades, tiene para los turistas un atractivo indudable.
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