Una tele para la cueva de los talibanes
Un electricista liberado relata que Al Qaeda se refugia en casas-fortaleza
'Los resistentes guerreros islámicos del este de Afganistán han convertido sus cuevas en su hogar y fortaleza', afirma Abdul Rahman Beheshti. En su escondite, alimentado con energía solar, los combatientes pasan vídeos de la guerra contra los soviéticos, presumen de haber derribado un helicóptero estadounidense y juran que pelearán hasta el sangriento final.
'No, no se rendirán', asegura Beheshti. 'Quieren ganar la guerra o convertirse en mártires'. Beheshti, un electricista de 22 años, cuenta que fue secuestrado y hecho prisionero durante una semana en las cuevas donde se refugian los afganos y los combatientes extranjeros a los que la Administración de Bush ha jurado aniquilar. Desde su cautiverio, este afgano asegura haber sido testigo de excepción. En su opinión, parecía que sabían de antemano que las tropas estadounidenses iban a venir. Beheshti fue testigo de cómo se asustó el comandante afgano cuando comenzó el bombardeo, de cómo almacenaron comida y armas en su escondrijo de las montañas y de cómo se infiltraron en las aldeas pese al cinturón de seguridad dispuesto por EE UU y sus aliados afganos.
Beheshti fue capturado para instalar un equipo de televisión en los búnkeres de resistencia de Gardez
En una serie de entrevistas realizadas ayer por un grupo de periodistas en un restaurante de Gardez, a 32 kilómetros al noreste del campo de batalla de Shah-i-Kot, Beheshti describió cómo se escondió el grupo de extremistas en las montañas. Según su testimonio, se trataba de un conglomerado de talibanes afganos, combatientes árabes de la red de Al Qaeda, militantes chechenos e islamistas radicales de Pakistán, todos comprometidos con la yihad o guerra santa.
A pesar de que no se puede garantizar la credibilidad de Beheshti y de que su propio nombre podría ser un seudónimo, tres horas de minuciosos interrogatorios no dejaron lugar a dudas de que había pasado tiempo en las cuevas con las fuerzas antiamericanas durante la batalla de Shah-i-Kot. Además, Beheshti sabía que los líderes locales habían enviado una oferta de paz a los radicales sitiados durante los últimos días, un hecho confirmado ayer por fuentes oficiales afganas. Beheshti también asegura que los talibanes tienen un rehén occidental: un hombre alto, rubio, que habla inglés y al que habrían desnudado y golpeado con palos.
Este joven electricista se ha convertido en la única voz de los combatientes sitiados por EE UU y asegura que piensan luchar hasta el final. 'Tenemos que estar preparados para morir por nuestro país. Pelearemos hasta que no quede una sola persona en esta base', dice Beheshti parafraseando a un líder de la guerrilla islámica.
El técnico de electrodomésticos afgano se encontraba en una aldea instalando una antena parabólica cuando seis guerreros talibanes lo apresaron. Le dijeron que la televisión por satélite atentaba contra la ley islámica y se lo llevaron a las cuevas. Más tarde, se dio cuenta de que su cometido allí era instalarles su equipo de televisión para poder captar la cadena árabe Al Yazira. Beheshti describe unas cuevas espaciosas, de cerca de 185 metros cuadrados cada una, con alfombras, colchones y libros con fotos de Bin Laden por todos lados. Las cuevas, según Beheshti, tienen varias entradas y largos pasajes que comunican unas con otras. Desde el interior apenas se escuchan las bombas.
El afgano liberado estima que al menos 1.000 combatientes resisten en las cuevas, cifra aceptada por fuentes oficiales afganas. También declara que sólo vio a dos muertos, lejos de las cifras de los militares estadounidenses, que aseguran haber acabado con cientos de hombres. 'Por el momento, los bombardeos no han hecho efecto. Todos están en las cuevas', señala.
Después de una semana, Beheshti fue liberado, al parecer gracias a la mediación de un ex oficial talibán amigo de su padre. Pero debía cumplir la misión de llevar un mensaje de los cautivos a los líderes locales: 'Diles que peleamos juntos contra los rusos, luchamos por la yihad. Si no os unís, por lo menos no luchéis contra nosotros'. Cuando llegó a Gardez estaba demasiado asustado para reunirse con los líderes. 'Mi familia me dijo que pensarían que soy miembro de Al Qaeda'.
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