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VISTO / OÍDO
Columna
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Vejez creadora

Leni Riefenstahl debía tener 40 años cuando la conocí. Ahora es una edad esplendorosa; ella lo era. Stendhal liberó del retiro y la caída a la 'femme de trente ans'; ahora entre los cuarenta y los cincuenta es (también) adorable, y enamorable (cuando lo ha sido antes). Yo tenía 18, y estaba estupendo. No tanto como ahora, claro, tan asentado sobre mí mismo, tan rejuvenecido por el sufrimiento vencido. A mí me dijo que de ninguna manera tenía relaciones con Hitler, aparte de su admiración mutua. Ella era una excelente nazi. No sé por qué dicen ahora que obtuvo belleza con sus películas en medio de una pocilga: el nazismo no fue una pocilga, sino un alto tono de estética: 'El crimen como una de las bellas artes', decía De Quincey. Hitler destrozó la verdadera belleza, el arte nuevo que brillaba después del káiser: lo consideró decadente. Quemó, mató, exilió a sus creadores. Y los suyos crearon un arte menor de orden, de ir hacia delante, de línea y fuerza: qué curioso, fue ésa la decadencia y la caída. No se ha levantado más. Como España no levantó más su siglo de oro de 1939: el fascismo no sólo aniquila lo que existe, sino un largo futuro. En él estamos.

Me distraigo. Iba a esto: Leni cumple 100 años y estrena una película. Su futuro no se ha aniquilado. Ni la edad deshace más que cuando la deshacen sus enemigos. La noticia coincide con la de que Arthur Miller va a estrenar una obra nueva, y tiene 86 años. Se llama Resurrección blues, y el tema es que la llegada del Mesías no tendría ahora éxito: y terminaría crucificado. Es interesante saber que uno de los Mesías se llama, en español, Federico. Se estrenará en los primeros días de septiembre en Nueva York, seguramente no gustará aunque tendrá apoyos, y Miller seguirá desgranando su lección social: la misma con la que empezó. Otra coincidencia: se están celebrando los 40 años de la muerte de la que fue su mujer, Marilyn Monroe. Tendría ahora 76. ¿Cómo sería ahora? Nada. No podría ser. Una dama retirada, quizá una abuela, puede que una intérprete sublime de papeles de viuda. Qué curioso, si no hubiera muerto hoy no sería Marilyn Monroe: un recuerdo, como el de Jean Harlow o quizá peor, como el de Mae West. Podría ser uno de esos casos, los miles de millones, en los que a los viejos no les dejan ser Leni Riefenstahl ni Arthur Miller, y a la mujer no le dejan la suave inteligente belleza de los cuarenta años. O de los cincuenta.

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