Gas
El olor a gas y a petróleo que emanaba de la intervención norteamericana en Afganistán, y emanará de la previsible agresión a Irak, se ha confirmado y los USA controlarán el fundamental gasoeducto que desde Uzbekistán al sur de Paquistán, atravesará todo el territorio afgano. Carvalho y Biscuter estuvieron recientemente recorriendo algunas repúblicas islámicas exsoviéticas en el transcurso de su vuelta al mundo, trama intriga de la novela Milenio y pudieron comprobar in situ el éxito de una dilatada estrategia norteamericana de islamizar Asia Central y Afganistán para combatir el marxismo y conseguir cabezas de puente controladadoras de lo que queda de petróleo y gas natural en una zona vital para el desarrollismo tal como lo entenderemos durante los cuarenta años que quedan de reservas petrolíferas. Vital también porque ese frente tan islámico moderado como energético, se hinca en uno de los flancos de China y tal vez, tal vez, la lucha final no se dará nunca, pero si se da no será entre capitalismo y comunismo, sino entre el capitalismo norteamericano, con las ayudas de Aznar y Blair, casi seguro, y el capitalismo chino. Como un perfume carísimo por la cantidad de vidas que ya ha costado y costará, el gas impregna los sobacos de altas figuras de un gobierno en el que Bush sólo ejerce de florero. La compañía explotadora del gasoducto será la Unocal, de la que son válidos profesionales el ministro de Defensa de USA, Donald Rumsfeld y Condolezza Rice, señora peligrosísima la consideres desde la perspectiva de la Historia de la Mujer o de la Mujer en la Historia. El gasoducto complementa el oleoducto que irá desde Uzbekistán hasta el sur de Turquía. Ojo con Turquía. Carvalho y Biscuter han podido comprobar que es el modelo para las repúblicas islamistas exsoviéticas y la herencia de Kemal Ataturk será filtrada por el Corán en versión USA, tal vez financiada por la Unocal o similares, para la que Aznar, partidario de la unión de las armas y las letras, ofrecerá la Legión y la Escuela de Traductores de Toledo. Evidente que la guerra de Afganistán no fue una caliente veganza, sino calculado correctivo al talibán hiperislámico, tan capaz de volar estatuas de Buda como gasoductos.
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