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LA CRÓNICA
Columna
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'Els pastorets', versión Vilanova

Vilanova i la Geltrú tiene que tener algo muy especial; además, claro está, de la nunca suficientemente alabada habilidad de la carpa Juanita, la única del mundo que logra el prodigio de beber en porrón. Vilanova i la Geltrú tiene que tener algo muy especial cuando Sergi López, actor cotizado en Francia, se niega a abandonar su ciudad para instalarse en París. Sí señor, Vilanova i la Geltrú tiene que tener algo; de otro modo no se explica cómo pudo conservar su descarado carnaval durante los años del franquismo y cómo es capaz de mantener, en esos tiempos de desmovilización y de escepticismo generalizado, una sociedad civil capaz de tomarse las cosas con toda la seriedad que requiere el mejor humor. Vilanova i la Geltrú tiene que tener algo para que el Rey y Aznar, por obra y gracias del actor Toni Albà, paseen por sus calles la actualidad en tono de parodia. O para que un periodista como Francesc Escribano, director de programas de TV-3, suba al escenario en chilaba y con la cabeza cubierta con un pañuelo a la última moda Arafat. Esa ciudad tiene que tener algo, no hay duda, algo mágico que convierte a sus ciudadanos en seres excepcionales. Bueno sí, también Josep Piqué es de Vilanova i la Geltrú, pero como dicen las abuelas resignadas, "hi ha d'haver de tot".

En Vilanova, Sergi López se mete en la piel de Satanás y Toni Albà en la del pastor Rovelló

La prueba definitiva de que en la brisa marítima de Vilanova i la Geltrú hay algo especial son las representaciones de Els pastorets que la Unió Vilanovina ha montado en estas navidades en el Teatro Principal. Son Els pastorets de tota la vida, en la versión clásica de Josep Maria Folch i Torres, pero con la particularidad de que Sergi López se mete en la piel de Satanás y Toni Albà en la del pastor Rovelló. Como Els pastorets son sobre todo teatro de aficionados, los dos actores están arropados en el escenario por una amplia representación de gentes del pueblo, con la presencia entre otros del músico Pau Orriols en el papel de Lluquet, Jordi Ríos en el de Jeremies, el alcalde Sixte Moral en el de Sant Josep, el concejal de Urbanismo, Jordi Valls, en el de Getsé, y Francesc Escribano, en el de Nataniel. Teatro del pueblo y para el pueblo, bajo la dirección de Nani Ràfols. ¿Quién da más?

"Es cierto que en Francia les costaría bastante entender qué hago yo en una representación como ésta", acepta Sergi López con una sonrisa demoniaca, "pero es que Els pastorets son algo muy importante en Cataluña, un fenómeno del teatro popular. Lo primero que yo hice como actor fueron Els pastorets y es por eso por lo que cuando me dijeron que los de la Unió iban a montarlos, después de 11 años de no hacerlo, me apunté enseguida y me pedí el papel de Satanás. Parecerá mentira, pero el primer día estaba como un flan. Los compañeros decían: '¿cómo puedes estar nervioso tú, que has hecho tantas películas?'. Pues es así. Después ya no, pero al principio era así. Es un placer volver a hacer Els pastorets, y más si son como éstos, muy alegres y con muchos guiños a cosas de Vilanova".

Hablo con Sergi López en el bar de la Unió Vilanovina minutos antes de la última representación de Els pastorets, que se realizó el pasado sábado. En una mesa arrinconada, dos veinteañeros vestidos de diablo, uno de ellos con el símbolo de Nike en la capa, hablan de proyectos futuros. "Son Xavier Escofet y Pau Escribano, presidente y vicepresidente de la Unió", me chiva alguien. "Ellos son los impulsores de los nuevos pastorets". Por lo que se ve, el relevo generacional es un hecho en Vilanova, aunque para ello hayan tenido que pactar con el diablo. Otro demonio, con unos cuernos de artesanía, lee el diario en la barra junto a un joven vestido de pastor. Sólo falta la virgen departiendo con algún otro diablo... Si ahora mismo entrara un extranjero y viera la extraña clientela del bar, seguro que pensaría que es un buen momento para dejar el alcohol.

El argumento de Els pastorets es archiconocido: la trayectoria de unos cuantos pastorcillos que acuden jubilosos a Belén, burlando las tretas de los diablos, para asistir al nacimiento del niño Jesús. En cada pueblo, sin embargo, se hacen adaptaciones ad hoc, con una visión irónica y actualizada, porque lo de la historia sagrada queda ya un poco lejos. En Vilanova rizan el rizo, con referencias al Rey, al chapapote, a Bush y a Aznar, y con guiños a la actual situación en Palestina y, por supuesto, a las cosas que pasan en la ciudad. Sergi López, que en mayo empezará a filmar una nueva película con Manuel Poirier, no se libra de las chanzas en la representación. Cuando, metido en el papel de Satanás, tienta a Pau Orriols (Lluquet) y le dice que le dará cuanto pida, éste responde: "¿Em podré comprar un xalet a la platja del Far?", en alusión a la casa que López se ha comprado hace sólo unos meses. "T'ho puc mirar", contesta López con una sonrisa. En otra ocasión, cuando da un susto de muerte a los pastores, Rovelló (Toni Albà) da un salto y dice: "Però si s'assembla al Harry, el amigo que os quiere". Ficción y realidad se dan la mano en el escenario.

Sergi López borda su papel de Satanás, tanto que si el vídeo de Els pastorets llega a Hollywood seguro que piensan en montar una superproducción sobre The little shepherds, con muchos millones, efectos especiales y lo que haga falta. También Toni Albà da la impresión de pasárselo en grande y de que la obra se le hace corta, igual que a todos los actores del reparto. Y es que la magia de Vilanova se ha encarnado en Els pastorets en estas fiestas de Navidad. Ya no habrá más representaciones hasta dentro de un año, pero nadie parece entristecido. Al fin y al cabo, dentro de un par de meses llega Carnaval, y ahí volverán a tener ocasión de desmadrarse y de reírse de todo el mundo, empezando por ellos mismos. Bien mirado, debe de ser cierto que hay algo especial en el aire de Vilanova. O quizás es que cayeron todos en una marmita de poción mágica cuando eran niños.

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