'Sentir' a Richard Wagner
El pasado sábado se convocó en el Festpielhaus la tradicional rueda de prensa, oficiada por el patriarca vitalicio Wolfgang Wagner. Fue una exhibición completa de esa confusión. El director, que a sus casi 84 años se mueve con energía aunque habla con la respiración entrecortada, es el patrón absoluto y lo volvió a demostrar otorgando los turnos de palabra y apostillando cuantas preguntas y respuestas le venían en gana.
Hubo un momento en que se puso a contestar él una pregunta dirigida a Adrienne Dugger, la soprano norteamericana que ha encarnado el papel de Senta en El holandés errante que ha inaugurado esta edición del festival. Ante la hilaridad general, comprendió su error y, dirigiéndose a la cantante, le autorizó: "Puede usted expresarse en inglés". Ésa y una pregunta laudatoria en francés, prontamente traducida al alemán, fue toda la concesión permitida a otras lenguas.
Por lo demás, nada nuevo. Gracias a Carmen Valero, corresponsal de la agencia Efe, este enviado especial ha podido saber que, "como empresario y guardián de Wagner", Wolfgang se ha sentido hondamente satisfecho con la producción de El holandés errante y que no considera necesario que los directores de escena deban saber leer música: "Hay directores de orquesta que no sienten a Wagner, realizadores que no leen partituras y escenifican maravillosamente a Wagner y desde luego hay un público como el que viene cada año a Bayreuth que no sé si lee notas musicales, pero sí las siente".
Así pues, Bayreuth es un festival de habla alemana al que se acude para "sentir" a Richard Wagner. El público que asiste a este primer turno de representaciones es, en efecto, mayoritariamente alemán y "siente" a Wagner a la alemana: aplaudió más al Tannhäuser del sábado que al Holandés errante del viernes, cuando este último supera infinitamente en calidad al primero.
¿Por qué? Pues porque Tannhäuser es una ópera mucho más querida por este público, especialmente por los coros, que son de una belleza infinita y que fueron interpretados con una atención al matiz que difícilmente cabe escuchar en otros lugares. Y también porque al frente de la orquesta se hallaba un berlinés que ya cabe considerar de casa, de la casa Bayreuth: Christian Thielemann. Bendecido por el astro Karajan -fue asistente suyo a los 17 años-, debutó en el Festspielhaus en 2000 con Los maestros cantores con dirección de escena de Wolfgang Wagner, en 2001 añadió Parsifal y al año siguiente Tannhäuser, que ahora ha repetido.
Pero lo más importante es que ya le ha sido adjudicada la nueva producción de la Tetralogía que subirá a escena en 2006 y de la que escénicamente se responsabilizará el cinesta danés Lars von Trier, nuevo en materia teatral (pero hay que confiar en el proverbial olfato del viejo Wolfgang Wagner para estos menesteres).
Coros y Thielemann fueron, pues, lo mejor de la noche. El director de orquesta llevó un primer acto pausado que contrastó con el juvenil y bien proporcionado arrebato del segundo: el concurso poético de los caballeros del Wartburg fue llevado como un puro estallido de vida. Menores plácemes merece sin duda el reparto vocal: una Venus insuficiente (Barbara Schneider-Hofstter) y un Tannhäuser de los que hacen sufrir (Glenn Winslade). Mejor, sin deslumbrar, Elisabeth (Ricarda Merbeth) y especialmente bien el Wolfram de Roman Trekel y el Landgrave de Kwangchul Youn (muy aplaudido).
Puesta en escena de Philippe Arlaud lamentable, a base de supuestas moderneces combinadas con un vestuario de juzgado de guardia. Y, sin embargo, para el público alemán, las desventuras del bardo Tannhäuser siempre tendrán un lugar en sus corazones. Las "sienten", como dice Wolfgan Wagner.
Babelia
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