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Columna
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La luz

En setiembre se calentó la nevera; en octubre se ha helado la cocina eléctrica. Ya van dos técnicos de urgencias que, tras escarbar en la avería, diagnostican parejo: esto va a ser por la luz. Quieren decir que en cualquier subidón han perecido mis dos joyas de la línea blanca, nuevecitas y carísimas, orgullo del hogar contemporáneo.

A continuación las arreglan, cobran un Potosí, y aconsejan que reclame al seguro, cosa que hago primero sin problemas . La segunda vez rebota una respuesta no exenta de retintín: "Qué listos, los técnicos, siempre escudándose en la electricidad". Viene el perito, se remira las facturas y las piezas inservibles y pide un certificado de la compañía suministradora. La telefonista consulta su ordenador y pone voz de no he sido yo: "En esas fechas no se produjo ninguna incidencia". La aseguradora (condescendiente con unos buenos clientes sin apenas siniestros) abonará finalmente la mitad de la reparación.

El jueves pasado escuchaba en la radio al delegado de Iberdrola presumiendo de alta eficiencia y pidiendo "perdón" a sus antiguos colegas de prensa por no haberles proporcionado este verano ningún gran apagón que llevarse a los titulares, mientras países más ricos clamaban devorados por las tinieblas.

Vale, no será por eso por lo que aumente nuestro índice de natalidad, pero -ironías de la vida- las palabras del amigo Antonio Egea me tuvieron que llegar gracias al transistor con pilas, porque a esa hora fatídica (7.30 de la mañana) nos duchábamos a palpas en buena parte del barrio. Media hora inermes: sin despertador, ni café, ni tortilla, ni ascensor, ni coche, atrapado tras el portón.

Veremos cuántos cacharros acaban acusando la brusca huelga de megavatios. Y qué póliza me compensa a mí las toses, las aspirinas y los kleenex de mi niño que (y menos mal que aún no se afeita) ha tenido que correr a clase con el pelo chorreando, sin pasar por el secador. Ese que, según los anuncios de la Energía Verde, hace que un prado se llene de flores...

PD: Apaga y vámonos. Manuel Vázquez Montalbán. Adiós. Y gracias.

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