Rumsfeld asume toda la responsabilidad y pide perdón a los iraquíes torturados
El jefe del Pentágono anuncia que las víctimas de malos tratos serán indemnizadas
Donald Rumsfeld fue ayer directo al asunto que le obligó a comparecer ante el Comité de Fuerzas Armadas del Senado, el escándalo de las torturas y los malos tratos causados por soldados estadounidenses a prisioneros iraquíes : "Esos actos ocurrieron bajo mi mando. Como secretario de Defensa, soy responsable de ellos. Asumo completa responsabilidad". Inmediatamente después, el jefe del Pentágono pidió perdón a los presos afectados por las humillaciones y anunció que serán compensados. Aunque dijo que no iba a dimitir, bebió hasta las heces el cáliz de la culpa al admitir que fracasó al valorar la gravedad de lo ocurrido y no transmitirlo así a la Casa Blanca ni al Congreso.
Los soldados tenían instrucciones de tratar a los detenidos según la Convención de Ginebra
El secretario de Defensa anuncia que hay más fotos y vídeos de malos tratos en Irak
Un millón de fotografías congelaron la mano alzada del secretario de Defensa jurando decir toda la verdad antes de comenzar su testimonio. Rumsfeld, serio y desprovisto ayer de la suficiencia que le caracteriza -aunque no pudo evitar algún destello de irritación al final-, prefirió no perder el tiempo. Asumió toda la responsabilidad y no tuvo más remedio que decir en alto lo que hasta ahora había evitado: "Me siento muy mal sobre lo que les ha pasado a esos detenidos. Son seres humanos. Estaban bajo custodia de EE UU; nuestro país tenía obligación de tratarlos adecuadamente. No lo hicimos. Y eso está mal. Pido mi perdón más sincero a todos aquellos iraquíes que han sido maltratados por miembros del Ejército de Estados Unidos".
El perdón había sido adelantado por el presidente George W. Bush, pero Rumsfeld anunció además que está buscando "una manera de proporcionar compensaciones apropiadas a aquellos detenidos que sufrieron tan deplorables y brutales abusos y crueldades a manos de unos pocos miembros de las Fuerzas Armadas de EE UU". El jefe del Pentágono preparó a la opinión pública para más horrores afirmando que había muchas otras fotos y vídeos de malos tratos, y expuso las medidas tomadas para abordar el problema: el nombramiento de una comisión de ex altos mandos militares que coordinarán las investigaciones abiertas, la revisión de los procedimientos y hábitos relacionados con los prisioneros y las indemnizaciones para los presos.
Rumsfeld no sólo aceptó ayer toda la responsabilidad. Asumió también que era culpable de no haberlo contado: "No supe reconocer lo importante que era elevar un asunto de tal gravedad a los niveles más altos, incluyendo el presidente y los miembros del Congreso". El jefe del Pentágono estuvo flanqueado por el general Richard Myers, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, y varios mandos. La mayor parte de las preguntas se dirigieron a Rumsfeld, que resistió durante casi tres horas la sesión pública. Más tarde se reunió con el Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara y con el pleno del Senado.
Los senadores preguntaron lo que estaba previsto: qué supo y cuándo lo supo cada uno de los responsables del Pentágono; por qué los congresistas no fueron informados; qué medidas se van a tomar para que no se vuelva a repetir. El republicano John McCain abordó una de las muchas cuestiones importantes, el papel de personal de empresas privadas en los interrogatorios: "¿A cargo de quién estaban los interrogatorios a los prisioneros?". Rumsfeld esquivó: "Bueno, eso es lo que se está viendo en las investigaciones...". Cuando McCain muerde, no suelta la presa, aunque sea carne republicana: "Es una pregunta sencilla y directa". Rumsfeld tartamudea: "Eh, bueno, uh, el jefe de gabinete del Ejército le puede decir que había como unas cuarenta personas, entre interrogadores e intérpretes... ¿Es así, Smith?". Lance Smith, el jefe de gabinete, asintió: "Sí, había 37...". Pero McCain no cayó en la trampa. "No, secretario Rumsfeld, con el debido respeto, tiene que responder usted, y la pregunta es sencilla, ¿quién estaba a cargo?". Al final, no hubo respuesta clara, para disgusto de McCain, aunque Rumsfeld admitió que los guardias están entrenados para guardar a la gente, no para interrogarles, y que los soldados tenían instrucciones para tratar a los detenidos conforme a lo que exige la Convención de Ginebra.
El senador Ted Kennedy prefirió afirmar, más que preguntar, y, refiriéndose a una de las fotos más terribles, dijo: "En Oriente Próximo, el símbolo de América no es la Estatua de la Libertad; es un preso de pie sobre una caja con una capucha y un manto oscuros, con cables en su cuerpo y con miedo de ser electrocutado". Lo ocurrido supone "una catastrófica crisis de credibilidad para nuestra nación", añadió. Para el también demócrata Jack Reed, "durante los próximos 50 años, la memoria de esas fotos permanecerá viva en el mundo islámico. Eso es un desastre". El republicano John Warner dijo que jamás, en sus 60 años de contacto con asuntos militares, había visto casos como éstos, y se quejó de que el Congreso se hubiera enterado tan tarde del escándalo.
La senadora demócrata Hillary Clinton abundó en lo mismo, con una mención expresa a Guantánamo, y el senador Mark Dayton aseguró que pedir a la CBS que retrasara el programa con las fotos "va en contra de los principios y de la historia del país". Rumsfeld, enfadado, le dijo que en otros conflictos ha habido actitudes similares y que "no va en contra de nuestra historia que la Administración, por razones de seguridad, trate de retrasar la publicación de información sensible".
El general Myers, que alabó el funcionamiento de la cadena de mando al recibir las denuncias y poner en marcha la investigación "a pesar de las dificultades de la situación, en un tiempo complicado por el recrudecimiento de los combates en Faluya y Nayaf, por la toma de rehenes en diversos lugares y por la retirada de las tropas españolas", explicó que nunca se intentó suprimir la información, sino retrasarla "por la preocupación que el impacto pudiera tener en las tropas".
El peor día de su carrera
Rumsfeld no está acostumbrado a días como el de ayer. Él hace las preguntas, no las contesta. Es ácido y brillante -o engreído e impertinente, según los gustos-, pero no estoico ni sufrido. A sus casi 72 años, el antiguo piloto de combate, además de dos veces secretario de Defensa, aguantó ayer el chaparrón de los senadores después de que su declaración inicial fuera interrumpida durante casi un minuto por los gritos de ocho personas. Mientras escuchaba en silencio -en otra situación, no habría resistido la tentación de fustigarles con algún comentario- y esperaba al desalojo pacífico de los manifestantes, Rumsfeld bebió un sorbo de agua. Fue el primero de una jornada agotadora.
Los senadores fueron directos, sin contemplaciones. El demócrata Carl Levin abrió el fuego: "¿Hasta dónde debe llegar la responsabilidad por las acciones que hemos visto?". Rumsfeld trató de esquivar la pregunta: "Las fotos muestran una conducta tan brutal, cruel e inhumana que cualquiera involucrado debe comparecer ante la justicia". "¿Pero hasta qué nivel?" "Bueno, para determinarlo hay varias investigaciones...". "¿Pero qué piensa usted?". Rumsfeld no tuvo más remedio que contestar: "Cualquiera que haya recomendado esos comportamientos, también debe comparecer ante la justicia".
Así, reconociendo a regañadientes muchas cuestiones pendientes, apretando a veces los labios, llevándose la mano a la frente, el jefe del Pentágono pasó el peor día, por el momento, de su larga carrera política.
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