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Reportaje:

Niñas con vestidos y lazos

Un estudio revela la persistencia de estereotipos sexistas en las ilustraciones de los cuentos

La abuela tiene el pelo blanco, lleva moño y delantal. El padre, con bigote y gafas, lee el periódico en un sillón mientras la madre, ama de casa, se afana en las tareas del hogar. Los niños visten pantalones y una simple camiseta lisa o de rayas, las niñas vestidos estampados con lunares, cuadritos, flores y demás. Y lazos, siempre lazos, de todos los colores, pero rojos por encima de todo. Por lo demás, un 4,1% de los complementos cotidianos de estos pequeños son espadas, mientras que ellas van acompañadas, en un porcentaje similar, por espejitos de dudosa utilidad. ¿Es ésta la realidad que observan a su alrededor los lectores de cuentos infantiles de hasta ocho años de edad?

Un equipo de profesores de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada ha dedicado tres años a la tarea de leer las imágenes que componen el universo de representaciones en que están inmersos los más pequeños, centrándose en las ilustraciones de los cuentos dirigidos a los que aún son incapaces de descifrar el texto escrito sin la ayuda de un mayor. "El cuento lo leen a través de las imágenes", explica Jesús Pertíñez, director del proyecto financiado por el Ministerio de Educación. Con un desarrollo insuficiente del pensamiento crítico, estos niños absorben, más allá de formas y colores, todo un repertorio de ideas incuestionadas que a menudo no tienen mucho que ver ni con su realidad cotidiana ni con los criterios pedagógicos que manejan las editoriales.

Según este profesor, buena parte de las casas editoras, sobre todo las grandes, cuentan hoy día con un gabinete pedagógico que supervisa a conciencia los contenidos y valores transmitidos en cada cuento, pero paradójicamente se olvidan de ir más allá de lo literario y hacen recaer toda la responsabilidad de las imágenes sobre el buen criterio del ilustrador.

Una muestra de 300 libros de reciente publicación seleccionados entre los más vendidos en las librerías e ilustrados por españoles ha servido para indagar los resultados de estas prácticas habituales. Tras el análisis técnico pormenorizado de las imágenes (línea, técnica, uso del color), se procesaron estadísticamente los rasgos de los personajes, sus comportamientos y atributos, y se confrontaron estos datos con las apreciaciones personales de niños de distintos colegios de la ciudad.

La principal conclusión, para Pertíñez, es que "la realidad del niño no tiene nada que ver con lo que se le dibuja en los cuentos", pese a que los textos -con hadas y príncipes en claro retroceso- se preocupan cada vez más de reflejarla con fidelidad. "Si vas a un colegio ninguna niña está vestida con falditas y lacitos" y tampoco muchas maestras se parecen al prototipo anticuado de institutriz con moño que las imágenes se empeñan en perpetuar. "Y los abuelos representados más bien parecen sus bisabuelos", añade.

También se cae en la reproducción de ciertos estereotipos sexistas en unos cuentos protagonizados mayoritariamente por niños (55,6%) y en los que los hombres tienen una especial querencia por ocupaciones relacionadas con la política y el poder (alcaldes, gobernadores o reyes), mientras que, en el caso de ellas, el trabajo más veces representado es el de ama de casa, seguido de la enseñanza y los servicios domésticos. En los complementos adjudicados a padres y madres, se mantiene la disyuntiva entre periódico y delantal. "Pero en el texto esto no se refleja: el niño llega a su casa, saluda a su padre y no se dice que éste tiene gafas y bigote y está sentado leyendo", advierte Pertíñez. Como tampoco se precisa cuál es la raza del protagonista, y sin embargo al 97% se le adjudica un color inconfundiblemente blanco.

Aunque, para los responsables del estudio, estas tendencias "se van corrigiendo poco a poco", la "comodidad del ilustrador" continúa constituyendo una grave hipoteca contra la que es preciso impulsar una toma de conciencia.

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