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Entrevista:JOSÉ MARÍA MENDILUCE | Escritor

"La ecología debe 'contaminar' todas las opciones sensatas"

José María Mendiluce (Madrid, 1951), ex funcionario del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), eurodiputado en dos legislaturas y escritor, ha vuelto a narrar una historia desarrollada en Costa Rica. La sonrisa de Ariadna (Planeta) repite el escenario y la protagonista de Pura vida, novela con que fue finalista del Planeta en 1998. La nueva obra, advierte Mendiluce, no es una continuación de Pura vida, sino un doble reencuentro: el de un personaje de ficción, Ariadna, con la tierra donde vivió la pasión de su vida, y el del autor con las emociones y las gentes de Costa Rica.

La fuerza de la naturaleza está presente en toda la novela, mientras un grupo de personas lucha por mantener la costa protegida de la sobreexplotación hotelera y de la depredación de las petroleras. "La protagonista principal es una naturaleza viva, que todavía no está controlada por los humanos y que se rebela", explica. "Está presente en su sensualidad, en su riqueza y en su violencia".

"Hay un modelo de ecologista talibán insensible a las necesidades de la gente"

El hombre, cree Mendiluce, trata de domesticar, sin éxito, a la naturaleza. "El mito de que el hombre puede dominar a la Tierra es una imbecilidad. Y digo el hombre porque es algo muy masculino". En la novela, la Tierra dice "basta" a la explotación abusiva: el terremoto de 1991 arrasa la costa y destruye las comunicaciones. "Lo que no consigue la lucha de algunos personajes para parar la cementación de toda la zona, lo hizo la naturaleza. El terremoto desaconsejó que siguieran invirtiendo, porque no tenían garantía de rentabilidad en un lugar donde si no hay un terremoto, hay un huracán o lluvias torrenciales".

La protagonista se implica en la lucha por preservar el entorno contra los intereses de las grandes multinacionales. "La novela no tiene nada de política", asegura el autor. "No creo que la defensa de la vida y la ecología sea en el futuro una opción política; debe contaminar todas las opciones sensatas".

Mendiluce habla del "turismo serio" que va a Costa Rica a observar a las tortugas desovar, que se aloja en hoteles pequeños y consume productos locales. "Los protagonistas del libro mantienen un gran debate entre la pureza ecológica y las necesidades de los humanos", añade. "Es necesario encontrar un equilibrio, muy difícil de establecer desde fuera, entre el desarrollo que necesitan las gentes y el medio ambiente. Hay un modelo de ecologista talibán completamente insensible a las necesidades de las gentes que viven en esos paraísos. Si esas costas son un paraíso es porque su población ha vivido olvidada y en la miseria. Se trata de aprender a vivir de la belleza. Ya han aprendido que el patrimonio natural es la garantía de ingresos a largo plazo. Y es lo que intentan en Costa Rica, a pesar de los embates hoteleros".

Mendiluce decidió convertirse en un personaje secundario de su novela, apareciendo en un par de escenas con su propio nombre de pila para dejar claro cuánto tiene la historia de La sonrisa de Ariadna de autobiográfico. "Si yo amo esa tierra, he vivido allí una década y vuelvo todos los años un par de veces, es imposible que la protagonista no se encuentre conmigo", explica. "El único nexo entre Ariadna y yo, es que ella trabajaba en la ONU en Centroamérica, como yo. [Aparecer en la historia] me ha permitido reñir a Ariadna por dejarlo todo para quedarse allí, como purgando una culpa que no le corresponde".

En el epílogo, Mendiluce pide a los viajeros respetuosos con el entorno que acudan a Costa Rica, se acerquen a sus gentes y se conviertan en "abogados de su causa": salvar aquel pedazo de paraíso de la destrucción. "Todo lo que es bello tiene muchos enemigos", dice.

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