Un género con más pautas
La música del yo literario tiene límites tan difusos que algunos acaban confiando en los rótulos de los editores. Ricardo Piglia termina un libro con chispazos dispersos e inteligentes como El último lector diciendo que es "el más personal y el más íntimo de todos los que he escrito", pero nadie lo emparentará con los diarios de un escritor tan intensamente lector como Miguel Sánchez-Ostiz cuando escribe los suyos bajo un irremediable título, Liquidación por derribo. Diarios 1999-2000 (Alberdania). No hay memorialistas que no acaben proponiendo el rumbo que seguirán como escritores de diarios. Ahora lo sabemos para el caso de un fundador moderno del género, como Josep Pla, porque Xavier Pla ha editado con primor las páginas de lo que fue su verdadero Primer quadern gris. Dietaris 1918- 1919 (Destino). La edición es facsímil y sale a menudo el Baroja de los apuntes y las anotaciones, aunque no sea el único modelo del dietario en España: los de José Carlos Cataño, Los que cruzan el mar (Pre-Textos) se ponen bajo una advocación tan dispar de él como lo es a su vez la marca de fábrica de José Luis García Martín en Leña al fuego (DVD).
Y es posible que la autobiografía y el memorialismo hayan seguido también esa diversidad de pautas de escritura cada vez más amplia, menos conservadora y algo menos obligada a dar una obra maestra a cada paso, como si ya el género hubiese hallado un lugar y no se le exigiese un excedente de calidad. Esther Tusquets entrega en Confesiones de una editora poco mentirosa (RqueR) retratos de amigos y colegas, sin aspirar a nada semejante al memorialismo de uno de ellos, Carlos Barral, mientras Francisco Umbral ratifica la rutina de un genuino creador en un libro que vale por ser suyo, Días felices en Argüelles (Planeta), y Paloma Díaz-Mas tantea con levedad una vocación literaria en Como un libro cerrado (Anagrama), sin que ninguno de esos libros alcance el empuje y fundamento de otros tres libros: el minucioso testimonio personal de Amando de Miguel titulado El final del franquismo, (Marcial Pons), y otros dos de la excelente colección de Tusquets, Casa del olivo, de Carlos Castilla del Pino, que es y no es continuación de Pretérito imperfecto, y el Premio Comillas, Fe de vida, de José Ramón Recalde. Al coraje de hacer política con honradez hay que sumarle el coraje de hacer memoria sin renunciar ni al análisis político veraz ni a desenmascarar mitos que fueron propios y a veces han seguido siendo ajenos.
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