Washington no se libra
Hace un año, el Pentágono reconocía que las armas de destrucción masiva que justificaron la intervención militar en Irak no existían. La Administración Bush, en plena campaña electoral, se apresuró en desviar la atención hacia documentos que evidenciaban que Sadam Husein utilizó la generosidad de la ONU para crear una trama que le permitió evitar las sanciones, enriquecerse y financiar su campaña de desprestigio contra la Casa Blanca.
La CIA, en octubre de 2004, presentaba una lista en la que hacía mención expresa a funcionarios y compañías de, entre otros países, Rusia, Francia y China, los tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad que mostraron reservas a la invasión. Ese informe calculaba que Sadam amasó 10.000 millones de dólares durante los años del embargo gracias a la venta ilícita de petróleo. La mayoría eran anteriores a la entrada en vigor del polémico Petróleo por Alimentos.
Estados Unidos evitó mencionar en esa lista a las firmas de su país. Los documentos del comité que investiga el fraude recuerdan que EE UU participó también en los contratos de la ONU con cerca de 300 empresas, como Chevron, Mobil, Phoenix International y Texaco, que compraron petróleo iraquí por valor de 482,8 millones y ofrecieron a cambio bienes y servicios por 236,3 millones.
Volcker no señala aún a ninguna empresa. Pero el primer implicado en esta trama ilícita fue, curiosamente, el empresario tejano David Chalmers, uno de los símbolos en el sector petrolero estadounidense y fundador de Bayoil, que a mediados de abril fue detenido por violar el embargo impuesto a Irak. Chalmers llegó a acuerdos secretos con Sadam, utilizando empresas tapadera.
Volcker recuerda además en sus informes que eran los países miembros "los responsables de hacer respetar" la aplicación de sanciones contra Irak y afirma que el personal de la ONU informó en repetidas ocasiones de casos sospechosos como el de Chalmers, pero no disponían del mandato ni del equipo necesario para frenar el fraude.
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